La constante tragedia de la Tramacua y otros sitios de reclusión
¡Indignante! No puede triunfar la impunidad
Marzo 24 de 2016
Los hechos y graves violaciones a los Derechos Humanos
ocurridos en los penales de Valledupar y Bucaramanga en el 2008, pero que no
han cesado en los últimos años, y fueron denunciados por Noticias Uno el pasado
21 de febrero no pueden ser ignorados por la prensa nacional ni por la
justicia. Ante semejante abuso de poder y las aberraciones expuestas no son admisibles el silencio ni la
impunidad.
Tampoco es admisible la respuesta del director del INPEC que,
haciendo alarde de una frialdad extrema y contrariando toda evidencia sobre las
graves condiciones de hacinamiento en que se encuentran la mayoría de penales
del país, dónde los presos son víctimas de permanentes torturas, tratos crueles
e inhumanos, violencia injustificada y corrupción, habla de garantías a los
Derechos Humanos: “Nosotros tenemos unos protocolos que son netamente
respetuosos de los Derechos Humanos; hay que hace uso de la fuerza, pero es que
el uso de la fuerza, la herramienta que nos ha dado la ley no es
extralimitarnos en la misma”, afirmó tajante. Sólo le faltó esbozar una gran
sonrisa. Colombia no necesita un director que hable de protocolos netamente
respetuosos de los Derechos Humanos, sino de un director totalmente consciente
de su deber, con enorme solvencia ética y moral y que esté cien por ciento
comprometido con el respeto y la defensa de los Derechos Humanos de todos los
reclusos y de todas las reclusas del país. Su
destitución como la de los guardias que participaron o guardaron
cómplice silencio ante estos crímenes, debe ser inmediata, así como las
investigaciones y sanciones a que haya lugar de modo ejemplarizante. Asimismo las prisiones que se han convertido
en centros de tortura bajo el dominio de perversas redes mafiosas, deben ser cerradas
de inmediato y los detenidos han de ser trasladados a sitios en los que se les garantice dignidad, desarrollo humano y
sus derechos a una vida productiva y libre de violencia.
No darle la importancia que merecen estos hechos y negarse a
impulsar las acciones correspondientes dentro de un Estado Democrático Social
de Derecho que se apresta a asumir el gran reto de construir una “nación de
paz, progreso y bienestar para todos”, no sólo pone en entredicho la
publicitada vocación de paz de las instituciones, del gobierno y de la sociedad
en su conjunto, además cuestiona las verdaderas intenciones y reales
posibilidades de construir una paz cierta, estable y duradera en el país.
Más de dos mil tutelas han recibido jueces de la república
por violaciones a los Derechos Humanos en las cárceles del país, sin embargo,
pese a ello, los mismos jueces, la gran prensa, la adormecida sociedad y el
gobierno nacional prefieren mirar para otro lado mientras aumenta la violencia
física y psicológica en los penales colombianos. Es intolerable.
Una nación en la que se puede cuestionar seriamente el valor
de la justicia y la eficacia e idoneidad de sus instituciones, en la que
existen ciudadanos de primera y de tercera, y en la que la justicia sólo actúa
como corresponde de acuerdo al valor social o monetario que se le adjudique a
la víctima, claramente no es un Estado democrático ni una nación dispuesta a
transformarse para superar las causas estructurales de la violencia; por el
contrario, se trata de un país que insiste neciamente en profundizar la ira y
la guerra; ambas hijas legítimas de la injusticia y la impunidad.
La reforma total del código penitenciario y carcelario es una
prioridad no un capricho de organizaciones sociales.
Nota 1/Pésimo mensaje es el silencio cómplice que la prensa y
las instituciones le envían a la sociedad, y más grave todavía cuando sabeos
que se trata de una sociedad proclive al estrabismo, a la acción violenta, al
crimen impune y a la corrupción. La justicia es el pilar de una sociedad democrática,
y sin justicia no es posible hablar, ni siquiera soñar, con una paz real.
/ ¿Algún medio de información o juez del país han corroborado
si el prisionero de la Tramacua que enseñó ante las cámaras de televisión las
marcas que dejaron la esposas en sus muñecas, y denunció haber sido víctima de
choques eléctricos e intentos de asfixia, aún está con vida? ¿Se le brindó
algún tipo de seguridad o se le dejó a merced de la guardia criminal del INPEC
para que le cobrara con sangre su valiente denuncia?
Acciones como éstas obligan que además de denunciadas y
reprochadas, sean objeto de serias y profundas investigaciones.
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