La inversa violencia de género invisibilizada
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Ene 2015 - 5:06 PM
Por: Maureén Maya
Columnista invitado. El Espectador
Cuando
se habla de violencia de género se hace referencia a la mujer, tanto por el
factor de riesgo que significa serlo en una cultura patriarcal, como por su
vulnerabilidad física y social. Estadísticas y estudios sociológicos hechos
tanto en Colombia como en otros países, demuestran que las mujeres han sido
violentadas históricamente por los hombres, por un sistema desigual y excluyente
que las redujo durante centurias al ámbito doméstico y les negó el derecho a
ejercer una ciudadanía activa. Hoy sabemos que toda agresión perpetrada contra
una mujer se interpreta como violencia de género porque está relacionada con
una desigual distribución del poder y con relaciones sociales y culturales
asimétricas que se establecen entre ambos sexos. Sin embargo, existe una
violencia de la que poco se habla, y ese silencio tiene múltiples
explicaciones. Hablamos de la violencia que algunas mujeres ejercen sobre los
hombres.
Las
formas de violencia que se practican contra la mujer son ampliamente conocidas
así como las políticas que se han dispuesto tanto para su erradicación como
para la inclusión, la participación y el empoderamiento de la mujer. En Bogotá
se creó la Secretaria de la Mujer, Canal Capital cuenta con un espacio dedicado
a temas de género, y desde el 2009 existe el Sistema Orgánico Funcional
Integral y Articulador para la Protección a Mujeres Víctimas de la Violencia
(Sofía), para la prevención de las violencias contra las mujeres y el trámite
de denuncias a través de las Casas de Igualdad de Oportunidades.
Pero
más allá de lo que se denuncia y lo que se calla (se estima que el 73% de las
mujeres no denuncia las agresiones de su pareja), y sin caer en generalidades
ni absolutismos, la gran mayoría de mujeres en Colombia ha sido objeto de algún
tipo de violencia durante sus vidas, pero también, en menos proporción, muchos
hombres han sido agredidos por sus ex parejas, ex amantes, sus jefas, incluso,
sus madres o hijas, y no se les han garantizado sus derechos constitucionales a
la defensa, el buen nombre, la presunción de inocencia y la igualdad.
Las
violaciones a los Derechos Humanos afectan tanto a hombres como a mujeres, pero
su impacto y sistematicidad varía de acuerdo al sexo de la víctima. No
obstante, reconocer que los hombres son mayoritariamente sujetos activos de la
violencia en cualquiera de las categorías de violencia intrafamiliar que se
conocen en el mundo, no puede llevarnos a incurrir en otra forma de
discriminación. Dar plena credibilidad al testimonio de una mujer, sin valorar
otras consideraciones, sólo por el hecho ser mujer contraviene políticas
públicas sobre igualdad, derechos y ciudadanía. Cualquier ser humano, más allá
de su género, puede ejercer violencia. Hay violencia de hombres contra hombres
y también de mujeres contra mujeres, en distintos ámbitos y tipos de
relaciones.
Una
violencia silenciada
La
mayoría de los hombres que han sido víctimas de violencia por parte de mujeres,
bien sea en el plano laboral, sexual o sentimental, no denuncian. Muchos no lo
hacen por vergüenza, (porque en una cultura patriarcal el poder lo ejerce el
hombre y mostrar debilidad ante una mujer lo convierte en objeto de burlas y
discriminación), por temor a sufrir represalias, porque sus derechos sobre los
hijos podrían verse afectados o porque saben que el sistema está diseñado para
dar mayor credibilidad a la mujer.
Cifras
de Medicina Legal confirman que este tipo de violencia es padecida por muchos
hombres. En Colombia, entre el 2011 y el 2012, 61 hombres fueron asesinados por
sus parejas o exparejas y en ese último año, 6.779 hombres denunciaron ser
víctimas de maltrato. En España el 25% de las denuncias por violencia
doméstica, corresponde a hombres maltratados por sus parejas. Y en términos
generales, se estima que un 8% de las denuncias por violencia de género
presentadas por mujeres, son falsas, lo que constituye otra forma de agresión,
porque la falsedad, injuria o calumnia es una violación a los derechos
fundamentales que conciernen a todo ser humano.
Ni
la legislación ni la sociedad pueden desconocer que las mujeres, como todo ser
humano, pueden ser proclives al engaño y al abuso de poder, estar motivadas por
bajas pasiones, por la necesidad de ejercer dominio sobre otros y, en algunos
casos, pueden incurrir en la calumnia, el chantaje y la agresión física o
psicológica para vengar algún tipo de despecho sentimental o destruir la vida
de un supuesto adversario. Las mujeres han sido históricamente tomadas como
objetivo sexual de los hombres, y estos a su vez han sido tomados como objetivo
económico de muchas mujeres, pero también se producen situaciones inversas. Hay
mujeres que chantajean a los hombres para mantener una relación amorosa, que se
hacen embarazar para asegurar una cómoda manutención o retener a un hombre, que
lanzan falsas acusaciones para obtener ventajas en una separación o para
desquitarse; mujeres que seducen para esclavizar y que subyugan a través del
sexo. Una frase que muestra el espíritu de cosificación de algunas mujeres, y
que he escuchado en más de una oportunidad, es aquella que emplean para
justificar su exhibicionismo para atraer a un hombre: “Lo que no se muestra no
se vende”. Es evidente que este tipo de mujer se asume como objeto de mercado y
de placer, y que es consciente de su poder para someter a otro. También es
cierto, de manera más recurrente y común en nuestra sociedad, que algunas
mujeres que se han convertido en madres separadas o solteras, usan a sus hijos
como moneda de cambio para chantajear a sus exparejas, obtener beneficios
económicos o vengar el fracaso en la relación sentimental. Incluso suelen
tornarse más agresivas e incisivas, cuando descubren que el padre de su hijo o
de su hija, ha iniciado una nueva relación afectiva.
El
tema de mujeres vengativas, que padecen alteraciones mentales o afectaciones
psiquiátricas, que siguen libretos de inteligencia militar, que infiltran
organismos y operan como espías y prostitutas, y que se convierten en
transgresoras de los derechos masculinos, ha sido retratado en taquilleras
películas hollywoodenses infinidad de veces, pero la realidad es más compleja y
dolorosa de lo que enseña el cine o la literatura, y puede producir graves
afectaciones humanas y sociales que aunque no trasciendan a la esfera de lo
público, nos sugieren la existencia de un tipo de discriminación que debe ser
superado y que debe llevar al análisis de estas formas de violencia.
El
caso del periodista y escritor Antonio Morales, como otros casos similares, una
vez sea resuelto ante los estrados judiciales y sean de público conocimiento
las verdaderas motivaciones que estimularon la denuncia y la afanosa búsqueda
de un escándalo mediático, debe propiciar un debate abierto sobre estas
múltiples formas de agresión silenciosa que se ejercen casi siempre en el
ámbito privado o laboral contra el hombre. Ellos callan porque saben que el
hombre agredido, cara o cruz, siempre lleva las de perder. Tristemente en el
imaginario colectivo el hombre siempre tiene que dar cuenta de su hombría, y en
caso de hablar o denunciar maltrato, no se le creería ni se le daría mayor
resonancia porque dentro de este sesgo cultural que padecemos es casi
impensable que un hombre pueda ser la víctima. Nuestra sociedad es artífice y
cómplice de estas formas de violencia y discriminación.
En
las páginas rojas de algunos de los más importantes periódicos del mundo han
circulado varios escándalos que comprometen a figuras públicas en casos de
violencia y abuso contra la mujer. Como común denominador se observa que
siempre se parte de la presunción de culpabilidad del hombre, bajo la creencia
tácita de que la mujer no miente en estos temas, pero la historia y recientes
casos, como el sonado pleito en Suecia contra Julián Assange, por delito
sexual, contradicen este supuesto.
Es
necesario que en el país se empiece a debatir de manera pública las políticas
de género que, al amparo del Derecho Internacional, desconocen la naturaleza
humana de las mujeres, sus posibles alcances y que asigna una desmedida
credibilidad a sus dichos sin considerar que los hombres también pueden ser
victimizados por las mujeres, y que estas del mismo modo pueden y saben ejercer
la violencia.
El
daño que ocasiona una falsa denuncia y una falsa víctima no puede pasar
desapercibido; además de generar profundo malestar social, produce violentas
estigmatizaciones, vulnera derechos constitucionales y lleva a que a futuro se
dude de las verdaderas víctimas, se les impongan exigencias extras para su reconocimiento,
se parta del principio de mala fe en cualquier proceso judicial y se imponga un
manto de duda sobre causas justas y necesarias.
Nota
1: Los linchamientos públicos en el caso Morales, a través de las redes
sociales, azuzando el odio y burlando derechos fundamentales, como la
presunción de inocencia (artículo séptimo del Código de Procedimiento Penal),
nos indican que estamos asistiendo a una especie de matoneo virtual que empieza
a ser utilizado por personajes siniestros de la extrema derecha nacional con
fines políticos, y que tras banderas democráticas o discursos pro Derechos
Humanos y equidad de género, se ocultan conflictos de otra naturaleza,
revanchismos e intereses mezquinos.
Nota
2: Me declaro feminista, defensora de los Derechos Humanos, y siempre, por
vocación, ética, justicia, sentido del decoro y la responsabilidad humana,
estaré al lado de las víctimas y de los sectores más vulnerables de la
sociedad; justamente ello me permite reconocer y decir que hay falsas víctimas,
que hay mujeres que victimizan, que lanzan falaces acusaciones, que se valen de
una pretendida posición de vulnerabilidad, alentada por una sociedad machista,
para hacerse pasar por víctimas. Hay mujeres que violentan a otros seres
humanos de muchísimas maneras, no solo mediante la agresión física, sino
también y sobre todo a través de la mentira, la manipulación, el engaño, el
chantaje, la calumnia y la difamación. Mi posición siempre será en defensa de
la víctima de las injusticias, sin que medie género, posición social o
filiación política; por eso siempre defenderé el derecho a la verdad y a la
justicia.
Publicado en:
http://www.elespectador.com/opinion/inversa-violencia-de-genero-invisibilizada-columna-538101
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