Naufraga Venezuela en el abismo de las ideologías
Venezuela se encuentra inmersa en una violencia extrema que amenaza con convertirse en una guerra civil y hasta continental. No obstante, las voces que se levantan en medio de la desinformación, la ausencia de verdades y los apasionamientos ideológicos que parecen más orientados a defender o condenar la figura del Jefe de Estado que a la búsqueda de alternativas viables que garanticen la normalidad democrática en este país suramericano e impidan la injerencia de potencias extranjeras, muestran cuán crítica es la realidad.
La
gran prensa cuestiona con vehemencia a los sectores que militan en la izquierda
política y se les exige que levanten su voz de protesta ante los recortes
democráticos que padece Venezuela y que tomen distancia del gobierno de Nicolás
Maduro. Sin embargo, nunca escuchamos a esa misma prensa cuestionar a la
derecha por guardar cómodo silencio cuando se perpetró desde el corazón de las mismas
instituciones un golpe de Estado contra Dilma Rousseff y se condenó, sin
suficiente material probatorio, al ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da
Silva.
Más
allá de los intereses políticos que motivan las diversas reacciones, varios
sectores demócratas, muchos de los cuales abrazaron con júbilo la revolución
chavista y el proyecto Socialismo Siglo XXI, se han pronunciado condenando las amenazas externas
que se ciñen sobre la república Bolivariana de Venezuela, el oportunismo y la violencia
de la oposición y las arbitrariedades que comete el gobierno de Maduro. Entre
el rechazo cavernario a un proyecto que en su momento representó enormes
avances para la consolidación de un Estado Social y el irrestricto apoyo a un gobierno que sucumbe en
la arrogancia y la contradicción, está la ética y el deber moral de oponerse a
toda forma de violencia e injusticia que socave derechos fundamentales, venga
de donde venga.
Quienes
desde la izquierda política han levantado su voz para cuestionar los abusos e
intemperancia del mandatario venezolano se han convertido en blanco de
enconados ataques por parte de esa izquierda visceral, casi fanática, que no se
atreve a debatir, que considera que el régimen venezolano está libre de toda
macula y que cuestionarlo es servir de caja de resonancia de la industria de
las comunicaciones y de la élite que la controla. Se resisten a entender que la
autocrítica es fundamental en todo proyecto político y humano, más todavía
cuando de este depende la vida, la dignidad y la soberanía de un pueblo.
No
estar de acuerdo con las decisiones de Maduro no significa apoyar un golpe de
Estado, ni una intervención militar ni la imposición de excesivas sancionas
extranjeras. Tampoco significa estar de acuerdo con quienes desabastecen los
supermercados y las farmacias o incineran personas humildes o chavistas en las
calles. No estar de acuerdo con el gobierno de Maduro es reconocer que hay una profunda
crisis social, política, económica y ética que pone en riesgo el proyecto
político que se inició hace más de dos décadas (con el Movimiento Quinta
República) y que el gobierno no ha sabido conjurar esa crisis con acciones
audaces ajustadas al derecho. El Presidente de la República simboliza la unidad
nacional; es responsable además de la conducción política del Estado tanto en
el orden nacional como internacional y debe gobernar para todo un país no sólo
para quienes se identifican con sus ideas políticas y su modelo de administrar.
La
sistemática violencia que promueve y ejecuta la oposición (convertida en
víctima por cuenta de los yerros del gobierno) es respondida con más violencia,
con represión, procesos judiciales poco transparentes, allanamientos ilegales,
arrestos arbitrarios sin orden judicial, violación de los derechos
constitucionales y humanos, y abusos de poder.
No estar de acuerdo con las políticas de Maduro es hacerle un llamado
para que replantee el rumbo, reconozca las falencias de su gobierno, cese la
violencia, la represión en las calles, reestablezca el orden y la independencia
de las ramas del poder público, respete la Carta Política e imponga, sobre todo
dogmatismo político, la sensatez, la justicia, la democracia y, en especial, el
amor por Venezuela y el deber de garantizar la vida y la paz a todos sus
ciudadanos y ciudadanas.
Las
sorpresivas detenciones del exalcalde de Caracas, Antonio Ledezma y del
cuestionado líder opositor Leopoldo López (excarcelado semanas atrás por
"motivos de salud"), violan la
Constitución Política de Venezuela. Los dos dirigentes, quienes se encontraban bajo
arresto domiciliario, fueron sacados a rastras de sus casas a mitad de la noche;
hecho que nos recuerda a las Falcon oscuras y sin patentes que bajo la
dictadura militar argentina secuestraban a quienes se oponían a los gobiernos
de facto que desangraron ese país a mediados de los setenta y violaron de
manera sistemática derechos humanos, civiles y democráticos. De esa misma forma
irrumpían en las viviendas, al amparo de la noche, con violencia, sin orden judicial
ni explicación alguna sacaban a rastras y en pijama a los sospechosos de algo,
incluso de pensar, y muchos de ellos jamás volvían a aparecer.
Los
opositores venezolanos fueron conducidos por agentes del Servicio Bolivariano
de Inteligencia (Sebin) a la cárcel
militar de Ramo Verde, a las afueras de Caracas, lugar de donde habían sido expulsados
semanas atrás para cumplir sus penas domiciliarias. Si estos señores son unos
criminales, como afirman algunos, debe garantizarse para ellos, con todo el
rigor posible, el debido proceso y deben ser llevados ante un tribunal que
realice un juicio serio, imparcial, independiente, justo y transparente.
En
respuesta a las críticas que desataron estos hechos en la comunidad internacional,
el gobierno los acusó de haber publicado videos en los que instaban a no votar
en la elección de la Asamblea Constituyente con lo cual habrían incumplido las
condiciones impuestas para mantener el arresto domiciliario de no hacer
"proselitismo político". La condena implicaba por consiguiente la
renuncia a sus derechos ciudadanos y constitucionales de la libre expresión y la
acción política.
El
Tribunal Supremo de Justicia –TSJ– afirmó en un boletín de prensa que según
fuentes de inteligencia oficial había “un plan de fuga de dichos ciudadanos,
por lo cual y con la urgencia del caso, se activaron los procedimientos de
resguardo correspondientes". ¿Iban a fugarse de sus propias casas?
La
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela afirma en su artículo 47
que: "El hogar doméstico y todo recinto privado de persona es inviolable.
No podrán ser allanados, sino mediante orden judicial, para impedir la
perpetración de un delito o para cumplir, de acuerdo con la ley, las decisiones
que dicten los tribunales, respetando siempre la dignidad del ser humano".
El
artículo 49 afirma: “El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones
judiciales y administrativas, en consecuencia: 1. La defensa y la asistencia
jurídica son derechos inviolables en todo estado y grado de la investigación y
del proceso. Toda persona tiene derecho a ser notificada de los cargos por los
cuales se le investiga, de acceder a las pruebas y de disponer del tiempo y de
los medios adecuados para ejercer su defensa. Serán nulas las pruebas obtenidas
mediante violación del debido proceso".
Nada
de ello se le ha garantizado a la oposición venezolana; oposición que -sea
dicho de paso- opera más como una red del crimen organizado que como una
genuina y estructurada fuerza política de oposición; incluso podría afirmarse
que hoy la real oposición es la que representa el chavismo moderado, coherente
y crítico.
Horas
antes de instalarse la Asamblea Constituyente que fue rechazada por buena parte
de la comunidad internacional, incluso por el Vaticano que pidió fuera
suspendida porque “más que favorecer la reconciliación y la paz, fomenta un
clima de tensión y enfrentamiento e hipoteca el futuro” e hizo un llamado para
que se tenga en cuenta “el grave sufrimiento del pueblo a causa de las
dificultades para obtener alimentos y medicamentos, y por la falta de
seguridad”, el opositor Antonio Ledezma fue devuelto a su residencia para reanudar
su prisión domiciliaria sin explicación alguna, hecho que demuestra que el
gobierno actúa más por impulsos y presiones que acatando la leyes y la razón. ¿Por
qué Ledezma regresó a casa y López no? ¿Por qué fue detenido también el abogado
Ángel Zerpa?
Mientras
Maduro se aferra al poder y a su discurso altisonante afirmando que los
gobiernos que rechazan sus medidas y cuestionan sus decisiones “son gobiernos
neoliberales de derecha que amenazan a Venezuela, serviles al
imperialismo", aumenta el aislamiento diplomático del país y la tensión entre
sus múltiples facciones. Sectores afines
al chavismo que rechazan las medidas tomadas por el actual gobierno, como la
valiente fiscal Luisa Ortega Díaz, denuncian a través de redes sociales el asedio
militar a la sede del Ministerio Público en Caracas, un día después de
instalada la Asamblea Constituyente y un mes después de que la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Venezuela (TSJ) declarara la nulidad
absoluta en la designación del abogado Rafael González Arias como vicefiscal y
juramentará en su reemplazo -usurpando la función de la Asamblea General- a Katherine
Harrington, quien fuera sancionada por el gobierno de Barack Obama por violar
los derechos humanos del país, junto a otros seis funcionarios en el 2015.
La
primera decisión que adoptó este sábado la Asamblea Constituyente al iniciar
funciones, fue remover de su cargo a Luisa Ortega Díaz e inhabilitarla para
ejercer cualquier cargo público, luego de que sus cuentas bancarias fueron
congeladas y se le prohibió abandonar el país. En su lugar fue designado el
defensor del Pueblo, Tarek William Saab.
La prensa venezolana informa que la Fiscal Ortega fue suspendida de su cargo y será
enjuiciada, al tiempo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le otorga medidas
cautelares de protección al considerar que enfrenta un "riesgo inminente
de daño irreparable". Y a esta medida se suma la Declaración de Buenos Aires
emitida por la Asociación Iberoamericana de Ministerios Públicos, reunida en la
VI Asamblea General Extraordinaria el 13 de julio en Argentina, en la que se
reitera el apoyo y solidaridad con la Fiscal y se rechaza “cualquier tipo de acción
hostigamiento, acoso, amenaza, intimidación y agresión dirigidos contra los
titulares de los Ministerios Públicos y sus integrantes en el pleno ejercicio
de sus funciones”. Antiguos miembros del Partido de la Revolución de Venezuela
(PRV) advierten que el gobierno buscaría con este acoso militar a la Fiscalía
desaparecer cerca de 39 mil expedientes sobre violaciones a los derechos
humanos y actos de corrupción, algunos de ellos relacionados con el escándalo
de Odebrecht, que reposan en los archivos de esta entidad.
Los
cancilleres de Mercosur reunidos en São
Paulo (Brasil) han decidido aplicar sobre Venezuela la “cláusula democrática”
establecida en el Protocolo de Ushuaia de 1998. Se trata de una condena
política que no cambia la dura realidad del país pero que eventualmente podría imponer
sanciones comerciales al considerar que el orden democrático se quebró en Venezuela.
Lo más seguro es que como ocurrió en el 2015, esta medida sea descalificada por
el gobierno de Nicolás Maduro. En esa
oportunidad, luego de que Mercosur se reuniera en Argentina para tratar la
crisis venezolana originada en la decisión del Tribunal Supremo de atribuirse
las facultades del Parlamento (controlado por la oposición) y limitar la
inmunidad parlamentaria, el gobierno venezolano calificó el encuentro como una
“dantesca escena” en la que se tomaron decisiones al margen del Derecho Internacional.
En diciembre de 2016 Mercosur amenazó con suspender a Venezuela del bloque
regional y Maduro advirtió: “Si nos sacan de Mercosur por la puerta, nos
meteremos por la ventana”.
Ahora
la comunidad internacional espera los resultados del encuentro de los ministros
de Relaciones Exteriores del continente convocados por Perú el martes 8 de
agosto para analizar “la situación creada por las elecciones para una Asamblea
Constituyente y su impacto sobre el orden democrático en Venezuela”. Sin
embargo, no se hacen muchas ilusiones. De otra parte Rusia, China e Irán
anuncian que de ser necesario estarían dispuestos a enviar tropas militares y
armas en apoyo a Venezuela para evitar una posible invasión. Estados Unidos enseña
los dientes e impone fuertes sanciones, la mayoría de los gobiernos de la región
rechazan las decisiones del gobierno, y mientras los polos de las dos
vertientes ideológicas (llamadas a ser vencidas por la ética y por la historia)
se enfrentan airadamente tratando de defender lo indefendible, el pueblo
venezolano, inmerso en la incertidumbre, sigue sufriendo la escasez de
alimentos, la censura y la violencia.
Ni
con la derecha obcecada ni con la izquierda dogmática; en Venezuela hay que
defender la justicia, la democracia y la vida.
Nota
1: ¿Será que el Presidente Maduro no cuenta con alguien cercano, cuyo amor por
Venezuela sea más fuerte que el temor hacía él para que le recuerde la Constitución
Política de la República Bolivariana de Venezuela y le diga que con sus
decisiones antidemocráticas está poniendo en grave riesgo un proyecto
revolucionario que costó varias generaciones y sembró una nueva esperanza en el
continente americano?
Nota
2: Mi corazón late a la izquierda pero me distanció totalmente del
fundamentalismo y la sinrazón del
fanatismo que desconoce razones,
se aferra a su ideología política para rechazar unos crímenes y
justificar otros, anular cualquier opción de pensamiento crítico e ignorar el
sufrimiento real de las personas.
"La impunidad premia el delito, induce a su repetición y
le hace propaganda: estimula al delincuente y contagia su ejemplo. Y cuando el
delincuente es el Estado, que viola, roba, tortura y mata sin rendir cuentas a
nadie, se está emitiendo desde arriba una luz verde que autoriza a la sociedad
entera a violar, robar, torturar y matar".
Eduardo Galeano.
Patas arriba, la escuela
del mundo al revés. Editorial: Siglo XXI – México (2015)
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