El negocio de la democracia
Cuando el voto en blanco es un candidato y cuando es un señuelo en el tarjetón En Colombia el oportunismo da para todo; y por supuesto, no se salva la democracia. En las pasadas elecciones presidenciales del 27 de mayo, los ciudadanos nos enfrentamos a la posibilidad de elegir entre seis fórmulas presidenciales y dos alternativas de voto en blanco: una legítima y constitucional, y otra, aunque legal, era una típica "leguleyada", oportunista y poco transparente. Por un lado apareció la casilla reglamentaria en la que se reconoce el voto en blanco como una legítima opción de decisión política para que los ciudadanos puedan expresar su inconformidad frente a los candidatos o candidatas que participan en una contienda electoral y no votar por ninguno de ellos. Y otra, en la que el llamado Partido de Reivindicación Étnica (PRE) postuló a su candidato “promotores del voto en blanco”, en un claro intento por hacer rentable la inconformidad ciudadana, torcerle el cuell...