Carta abierta al profesor Sergio Fajardo
Bogotá, mayo 28 de 2018
“El político se convierte en estadista cuando
comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas
elecciones”
Winston Churchill
Apreciado profesor Sergio Fajardo;
Reciba un afectuoso saludo y mi más sincero reconocimiento
por esa gesta política, en la que logró, a punta de coraje, amor, conciencia y
convicción, que la ciudadanía se pensara de una forma más sana en relación con
el acontecer político y se asumiera como sujeto de derecho con la capacidad
para transformar, incidir, creer y soñar. Sin duda la suya, más que una campaña
política, fue una lección de humanidad, ética, decencia y cultura ciudadana
para Colombia.
Estimado profesor, no le escribo, como muchas personas de
seguro lo están haciendo, para pedirle, exigirle o suplicarle que apoyé sin
resquemores, de manera clara y enfática, la candidatura de Gustavo Petro a la
presidencia de la república de Colombia en segunda vuelta. Tampoco para pedirle
que convoque a esos cuatro millones quinientos ochenta y nueve mil seiscientos
noventa y seis ciudadanos que votaron por su propuesta y a quienes hacen parte activa
de la Coalición por Colombia (Alianza Verde, Polo Democrático y Compromiso
Ciudadano), para que en nombre de la unidad, la paz y la educación como
prioridad, voten por la Colombia Humana.
No. Le estoy escribiendo porque como millones de colombianos
y colombianas, conozco su compromiso con la educación, la justicia, la paz y la
democracia; confío en su conciencia y solvencia ética, en su juicio, sentido de
la responsabilidad y criterio, y por ello tengo la certeza de que sabrá
anteponer a las diferencias personales y políticas, esa visión de país en la
que es posible construir esperanza y generar opciones de desarrollo humano para
todos y todas sin exclusiones. Colombia no soporta más mentiras ni más
violencia ni más corrupción, ni alianzas oportunistas, ni quiere ver como
naufragamos en la mezquindad, la avaricia y la ambición de las castas políticas
que nos han gobernado durante siglos. Los colombianos queremos que nuestro país
recupere su estatura histórica y moral, que se defiendan todas las riquezas de
las que goza pero que estas también puedan ser disfrutadas por todos los
habitantes de esta maravillosa tierra. Esta carta es por tanto, una invitación
para que, haciendo uso de su buen juicio, haga una valoración reflexiva, como
catedrático, matemático, ciudadano y líder político, sobre lo que usted
representa y simboliza, y sobre el reto que nos plantea esta compleja coyuntura
electoral.
Este es el momento de consolidar el cambio y la paz, no lo
dude; es el momento de la historia en el cual se define lo que seremos y
haremos como pueblo en en las próximas décadas; y es también una oportunidad
para ser profundamente coherentes y generosos, para asumir, sin temores ni vacilaciones,
la defensa de valores esenciales, sobre los que justamente se fundamenta su
accionar político. Hoy más que nunca es imperativo actuar con grandeza, como
almas grandes y libres, pensar como estadistas con capacidad para vislumbrar el
futuro y trabajar unidos considerando un bien mayor, que no puede ser distinto
a garantizar que Colombia sea, por fin, un
país con derechos y libertades, con justicia y equidad, con profundas opciones
democráticas y reales oportunidades de crecimiento humano, social y espiritual
para todos sus ciudadanos.
Merecemos un país justo y solidario, en el que a ningún niño
se le niegue el derecho a la educación, a gozar de un hogar amoroso y un techo
decoroso; un país en el que el trabajo sea base para la riqueza y no el alarde
de un sistema esclavista que anula los talentos y los sueños de nuestros
compatriotas; un país en el que todos tengamos derecho a una educación de
calidad, a un servicio médico eficaz independiente de si contamos con los
recursos para pagarlo o no; un país en el que podamos desarrollarnos como seres
humanos integrales, y en el que sea posible reconciliarnos desde el corazón,
abrazarnos en la diferencia y dirimir los desacuerdos a partir la palabra y la
argumentación racional. Queremos un país en el que se valore nuestra infinita
riqueza natural, se potencie una economía sostenible y responsable con el medio
ambiente, se respete la vida y se asuma como nuestro bien más preciado, se
valore la diversidad y en el que, finalmente, se garantice la plena realización
del Estado Social de Derecho que promulga nuestra Constitución.
Entender el momento histórico y actuar como un genuino
demócrata comprometido con la defensa de la vida y las más altas premisas que
permiten la armónica convivencia y el avance de los pueblos hacia su propio
desarrollo y comprensión humana, es lo que hoy demandamos de usted y de la
Coalición Colombia. Dejar “en libertad”
a los votantes es un pleonasmo y no es opción, pues el artículo 258 de nuestra
Carta Política establece que “el voto es un derecho y un deber ciudadano” que
se debe ejercer sin coacción alguna, y como
ciudadanos colombianos somos libres de elegir. “Dejar en libertad” a las bases
partidistas significa renunciar al deber histórico de salvaguardar la paz y la
democracia, y entregar el país al uribismo.
Hoy nuestro llamado es a la coherencia; a construir un gobierno de coalición y de
unidad democrática que sepa conducir este proceso de transición y logre
afianzar los soportes sociales, humanos, políticos, económicos y culturales que
se requieren para consolidar una verdadera era de paz en Colombia.
Si, una gran Coalición Democrática que no consiste en pensar,
como se lee en redes sociales, en darle "algo" a Fajardo o en garantizar
su inclusión en el nuevo gobierno. No, porque no se trata de caer en la
repartija burocrática ni en el vulgar clientelismo. Se trata de entender el
momento histórico, el hecho incontrovertible de que estamos ante un proceso de
transición y evidente transformación que nos obliga -siendo consecuentes- a
profundizar esta vía de cambio, apartándonos para siempre de las sucias prácticas
tradicionales del acaecer político.
En esta nueva Colombia que anhela nacer, se rompe el viejo
paradigma que fusiona la palabra «poder con negocio», «adhesión con beneficio
personal», y se apela a la capacidad crítica y reflexiva para actuar a
conciencia y privilegiar una opción sensata y decorosa que brinde beneficio a
las mayorías nacionales e imponga valores humanos, principios éticos y
responsabilidades históricas. El presente nos convoca a pensar en las futuras
generaciones y no en las próximas elecciones, parafraseando a Winston
Churchill, y a forjar una gran COALICIÓN DEMOCRÁTICA de gobierno, que no solo
cuestione el presidencialismo que se potencia desde el norte, sino que sea capaz
de asegurar el surgimiento de una nueva política y de una nueva manera de
gobernar.
Sabemos bien que el Centro Democrático adolece de las
condiciones morales que se requieren para conducir un país que se encuentra en
claro proceso de transformación, y que su objetivo en la jefatura del Estado es
perpetuar un modelo económico y social violento, depredador, corrupto y peligroso,
en el que todo vale y todo es susceptible de ser negociado, incluso el decoro
ciudadano y la responsabilidad institucional. Sabemos que cuando los miembros
de esa fuerza política afirman que se opondrán a la JEP y harán unas
modificaciones a los Acuerdos de Paz, están encubriendo su real intención de
hacerlos trizas como afirmaron encendidamente antes de considerar que tal confesión
supondría un alto costo electoral. Ellos
no quieren la paz, desprecian la justicia y la democracia, desconocen el valor
y la dignidad de nuestro aguerrido pueblo colombiano, se lucran de su dolor y de su miseria física y moral, y
confunden poder con tiranía, por lo que se creen inmunes al accionar de la
justicia y de la ley.
La coherencia no está en mantener una posición pública a
ultranza; eso se llama tozudez. La coherencia es una relación lógica entre el
discurso y la realidad, que se fundamenta en principios éticos y es capaz de
valorar el momento histórico para no caer en contradicción. La coherencia no
distorsiona la realidad ni se sustrae de ella –ni obvia su condición cambiante-
para mantener una posición contraria a los postulados que la motivan. Son las
convicciones profundas de un demócrata las que exigen coherencia.
En alguna pieza promocional de su campaña usted dijo: “no
cerramos puertas, hacemos una política diferente, persona por persona… y entre
todos vamos a cuidar a Colombia, con la fuerza de la esperanza”.
Respetado profesor eso mismo es lo que le propongo con esta
carta: proteger a Colombia. Ya nos dirá entonces, desde su accionar consciente
y consecuente, si de verdad estamos ante
una nueva política y el renacer de un país desde los escombros; si es cierto
que llegó el tiempo de la gente, de sembrar futuro, de abrir nuestras alas a un
nuevo amanecer, si podemos creer en la fuerza de la esperanza y en la
posibilidad de hacer realidad el cambio que necesita nuestra gente; o si por el
contrario debemos postergar otros cien años este anhelo de paz para regresar al
oscurantismo de la violencia, la venganza, el odio, la corrupción, el miedo, la
guerra y la derrota.
Nuestra única opción para avanzar hacia esa Colombia de paz,
justicia, progreso y dignidad que queremos, y que usted defiende, es actuar con
valor, gallardía y conciencia de país. Hoy
debemos decidir entre prolongar la existencia de un estado profundamente
inequitativo, violento y desigual o sumar fuerzas e ideas a un proyecto
político que se sintoniza con la vida, con la esperanza y con el cambio.
No se trata solamente de elegir a un Presidente que gobernara
los próximos cuatro años, tampoco se trata de determinar si gusta o no su
carácter, si cae mal o bien, si tiene muchos defectos o pocas virtudes; no, se
trata de identificar afinidades y prioridades en un proyecto común, de dimensionar
el momento histórico y actuar con grandeza y responsabilidad ciudadana, anteponiendo
a toda suerte de especulaciones y consideraciones subjetivas, el modelo de país
que queremos y podemos construir unidos. Hoy tenemos que disipar el miedo,
elegir entre avanzar o retroceder, saber a ciencia cierta si nos abrimos a la
esperanza con fundamentos o si claudicamos en nuestro anhelo; conscientes de
que en la historia un paso errado en política representa un siglo de retrocesos.
Confío en usted.
Con profundo aprecio y gratitud,
Maureén Maya Sierra
Ciudadana colombiana
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