Déjà vu, engaño y manipulación
(Legalizar o legalizar)
El reciente debate que suscitó el
fallo de la Corte Constitucional en relación con el consumo de drogas y alcohol
en espacios públicos no tiene mayores opciones de prosperar ni de construir un
consenso saludable en términos políticos, sociales ni democráticos; al menos no
como inicialmente fue planteado porque no es serio, profundo ni siquiera real y
a la larga tampoco puede considerarse un debate por tres razones: 1. No va al
fondo del problema ni lo plantea desde una perspectiva lógica; 2. Se presenta como
excusa para generar animadversión hacía las altas cortes; y 3. No confronta argumentos
sólidos que permitan entablar una mínima discusión.
La sensación que queda luego de
observar las reacciones que el fallo generó en las filas del uribismo y sectores
afines, es que se han quedado sin agenda política y norte programático; por eso
cualquier tema les funciona para arremeter sin reflexión en aras de impulsar sus
campañas electorales a través de la indignación del electorado. El Centro
Democrático está limitado por su propio dogmatismo, todos lo sabemos, y sus ideas
se han convertido en una camisa de fuerza que lo aísla de la realidad y lo
lleva a marginarse del debate, serio y real, que hoy ocupa a las fuerzas democráticas
del país. Está tan desesperado en su incapacidad de proponer agenda y asumir
las riendas del país, aunque controle lo grueso de los poderes públicos, que se
ha dedicado a explotar su fuerte arraigo en sectores retardatarios, fanáticos y
ultra conservadores para tratar de validar viejos y empolvados discursos que
solo encuentran asidero en el miedo y la ignorancia. ¿Qué le está proponiendo
el uribismo al país? Destruir la JEP, destruir las altas Cortes, destruir el proceso
de paz, acabar con las libertades ciudadanas. No hay un solo tema novedoso ni
propositivo en su proyecto político.
Por eso ataca lo que ya fue debatido,
lo que nos ha permitido avanzar como sociedad hacia la construcción de un país dónde
prevalezca el valor de la palabra sobre la violencia, los argumentos sobre los
dogmas; la autodeterminación y los derechos ciudadanos sobre la represión y el
miedo. Uribe ataca y cuestiona para disfrazar su reiterada intención de burlar
la justicia, desprestigiar las cortes que lo investigan y evadir su deber con
la verdad histórica.
El principal problema de su
partido, el Centro Democrático, es que busca con angustia mantenerse vigente y ocupar
los titulares de prensa, así sea vía escándalo o mediante propuestas totalmente
inviables, fraudulentas o populistas, como aquellas que lanzó el año pasado de
aumentar el salario mínimo o las primas de fin de año. Pero la realidad es que carece
de originalidad, y su accionar se limita a torpedear avances democráticos, a rencauchar
enemigos imaginarios, a celebrar montajes judiciales -si acaso no a crearlos- a
regresarnos al pasado mediante argucias y falsos dilemas para distraer la atención
nacional.
Luego de atacar el proceso de paz
y de asegurar que lograría el desmonte de la JEP, de convertir el caso Santrich
en un delicado asunto de Estado y de tener que improvisar numeritos en el
extranjero -a través de un presidente totalmente desdibujado y caricaturizado-,
el uribismo se ha reducido a tratar de demostrar que lo que afirma en el país ha
sido malinterpretado y que su compromiso con la paz es real aunque se esfuerce
en bombardearla. Ahora se ha propuesto coartar derechos, libertades y avances sociales
que son fundamentales para el convivencia ciudadana. Su propuesta, poco creativa,
consiste en sentar las bases de un Estado totalitario y antidemocrático.
En campaña electoral, el
candidato Duque propuso mantener el statu quo, reformar la justicia para
eliminar las altas cortes (Corte Constitucional, el Consejo de Estado, el
Consejo Superior de la Judicatura, la Jurisdicción Especial para la Paz y la
Corte Suprema de Justicia, que investiga a su mentor), reformar la constitución
del 91, permitir que el fiscal sea elegido por el presidente y no por la Corte
Suprema de Justicia -como sucede en la actualidad, a partir de una terna
presentada por el jefe de Estado; ampliar la edad de pensión y modificar el
Acuerdo de Paz suscrito y aceptado por las partes, y reconocido por la
comunidad internacional, como un pacto de obligatorio cumplimiento. También
cuestionó algunos fallos de la Corte Constitucional en relación con la igualdad
de derechos para la comunidad LGTBI y las familias integradas por parejas del
mismo sexo, en relación con su derecho al vínculo matrimonial y la adopción de
hijos; y se manifestó a favor de la penalización a la dosis personal, la cual
fue abolida en 1994 por la Corte Constitucional, mediante la Sentencia C-221 con
ponencia del magistrado Carlos Gaviria Díaz, al considerar que “una persona no
puede ser castigarla por lo que posiblemente hará, sino por lo que efectivamente
hace”; […]la drogadicción no es punible y la libre determinación y la dignidad
de la persona (autónoma para elegir su propio destino) son los pilares básicos
de toda la superestructura jurídica”.
Hace tres semanas la Corte
Constitucional invalidó el numeral 3 del artículo 33 y el numeral 7 del artículo
140 del Código Nacional de Policía y Convivencia, sobre el consumo de la dosis
mínima de sustancias psicoactivas y bebidas alcohólicas en espacios públicos,
como estadios, coliseos y parques, entre otros. Para la Corte estas
disposiciones violan el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Para el
gobierno es una amenaza a la vida e integridad ciudadana.
El senador Álvaro Uribe aseguró
que este fallo estimula el consumo de licor y drogas en lugares públicos y representa un
peligro para la comunidad. “Esta decisión ayuda a la esclavitud de la persona
que termina enajenada, sin voluntad, con peligrosidad para la comunidad, por
efecto de estos consumos”, reiteró a la prensa.
Que nuestros hijos se volverán drogadictos
y criminales, alegaron algunos, que ya no podrán disfrutar de los espacios
recreativos de las ciudades porque los consumidores, enajenados y fuera de
control, amenazaran sus vidas y sus derechos a la salud pública, la integridad personal,
la libre locomoción y la recreación, gritaron desde el congreso y desde su ridículo
e infundado temor; se rasgaron las vestiduras y blasfemaron contra la Corte y
sus peligrosas nociones de libertad y autodeterminación. Cero debate. Cero seriedad
discursiva; solo fanatismo y ausencia de argumentos razonados.
El debate no va por esa
dirección, el menos no el que debería dar el país, que es sobre consumo, adicción,
legalización y narcotráfico, y el cual pasa por reconocer el fracaso de los métodos
empleados. Que Colombia produzca hoy el 70% de la coca a nivel mundial, según
informó la ONU, y que el gobierno insista en envenenar nuestro suelo con
pesticidas ya prohibidos en varios países, indica que algo está fallando, tanto
en los programas de erradicación de cultivos de uso ilícito, como en el diseño
de políticas públicas para el desarrollo agrario, la vida en los territorios,
las Zonas de Reserva Campesina vs las Zidres[1],
la adecuada implementación del Acuerdo de Paz a nivel territorial y, por
supuesto, la lucha contra el narcotráfico. No estamos viendo la globalidad del
desafío ni lo que implica en términos de humanidad.
Hace pocas semanas el mundo
celebró el vigésimo aniversario del Plan Nacional sobre Drogas de Portugal, el
cual marcó un hito a nivel global. Dos décadas después de haber despenalizado la
posesión de todas los estupefacientes, desde la marihuana hasta la heroína, los
resultados son asombrosamente positivos: reducción en el consumo de drogas, en muertes
por sobredosis, en enfermedades infecciosas, incluido el VIH, en la violencia ligada
a su distribución, y en la congestión carcelaria. ¿Cómo lo logró? Aplicando una
visión humanista que integró medidas sociales con fondos destinados a mitigar los
efectos negativos, pasando de una política de persecución a una de atención e
información, de un tema policial a uno de salud pública a través de un modelo
de atención integrada (prevención, tratamiento y reinserción social).
Desaparecieron los carteles, dealers y consumidores en riesgo.
En Colombia pese a los avances
logrados, hace falta todavía un cambio radical en la concepción misma del
problema para poderlo abordar desde otra perspectiva. Cuando la Corte cuestiona
en su fallo, cuyo texto definitivo se conocerá en unos 30 días, que en el Código
de Policía “el legislador dejó como objeto de medidas policivas cualquier
consumo en parques, vía pública o escenario abierto, sin importar la cantidad o
el tipo de sustancia”, está resguardando las libertades ciudadanas. De hecho,
advierte en su argumentación, que las falencias comienzan con la intromisión en
el desarrollo individual de los ciudadanos y continúa con la falta de claridad
sobre qué se califica como sustancia prohibida.
“El Estado no diseña el plan de
vida. Esto es una protección del libre desarrollo de la personalidad frente a
una política prohibicionista y a una opción que consideramos no tiene una
relación directa, en términos de idoneidad y necesidad, con la protección del
espacio público, las relaciones entre personas y la convivencia”, explicó al
diario El Tiempo la presidenta de la Corte Constitucional, Gloria Stella Ortiz.
Además, la propia magistrada aclaró
que no se restringió la acción policial cuando se presentan alteraciones
derivadas de cualquier tipo de consumo, porque solo se analizó la
constitucionalidad de dos incisos específicos del Código de Policía”[2].
Los argumentos expuestos por la
Corte fueron insuficientes para la bancada de gobierno, porque más allá de buscar
una alternativa eficaz capaz de disminuir el consumo y acabar con el
sanguinario negocio del narcotráfico, son otros los intereses que se agitan
bajo una impostada y superficial discusión. La estrategia del Centro
Democrático parte de crear una aparente crisis en la justicia, presentar una
falsa amenaza a la seguridad e integridad de las familias y de los niños, y desprestigiar
a las altas Cortes para minar su credibilidad. Su objetivo es desvertebrar el
Estado de Derecho, consolidar un régimen autoritario y, por supuesto, evadir la
acción de la justicia, empezando por burlar el dilatado proceso penal que le
sigue la Corte Suprema de Justicia al senador Álvaro Uribe Vélez por su
presunta responsabilidad en la comisión de los delitos de soborno en actuación
penal y fraude procesal, como recordó hace algunos días el columnista Daniel
Coronell. “La Corte Suprema tiene la obligación legal de establecer fecha y
hora para efectuar la indagatoria y también para determinar, después de esa
diligencia, si ordena la captura del señor expresidente Álvaro Uribe” escribió
en revista Semana.
Bajo el falaz argumento de querer
dar una frontal lucha contra las drogas, para lo cual el gobierno promueve con
insistencia el regreso del glifosato poniendo en riesgo la salud ambiental y
humana en buena parte del territorio nacional, el uribismo insiste en retomar
un debate que se surtió 25 años atrás, y en el que terminó derrotada la base
más retardataria de la sociedad colombiana.
Tras conocerse el reciente fallo
de la Corte, Uribe llamó a los ciudadanos a “salir a las calles, que es nuestro
campo de batalla”, dijo, para rechazar su decisión y los riesgos que representa
para la ciudadanía. El llamado a marchar contra las cortes corruptas,
alcahuetas y permisivas del narcotráfico e impedir que la inmoralidad se
instaure como norma en el país, como escribió el médico psiquiatra Alejandro
Mojocó Ramírez en el portal de las 2orillas, fue en realidad una invitación a
marchar contra la Constitución, la justicia y la independencia de poderes, o lo
que es lo mismo, contra el Estado de derecho[3].
Sin embargo, la convocatoria tuvo poco respaldo ciudadano.
Pocos días después de este
fracaso anunciado, apareció el periodista
Herbin Hoyos, con el apoyo de Uribe, convocando a un referendo para acabar con
la JEP, revocar a las Cortes y reducir el Congreso. La propuesta, tan absurda
como inviable, fue de inmediato descalificada, y su intención real quedó al
descubierto: generar un clima adverso a la JEP y las altas Cortes.
Los partidos de gobierno siguieron
adelante con su estrategia e informaron al país sobre su intención de recurrir
a otro mecanismo: incluir una papeleta en las elecciones del 27 de octubre para
que los colombianos puedan rechazar (solo rechazar) el fallo de la Corte
Constitucional sobre el consumo de drogas en lugares públicos. El Centro
Democrático se puso en la tarea de buscar el respaldo del Consejo Nacional
Electoral y la Registraduría, en medio de una creciente avalancha de críticas
entre quienes calificaron su iniciativa de populista, hipócrita y temeraria.
“El senador Roy Barreras dijo que
se trata de una propuesta populista, ad portas de que se lleve a cabo un nuevo
proceso electoral. “No sé contra qué serán estas papeletas, pero sí son con el
ánimo de llevar gente a las urnas, porque como se vio en el plantón, donde los
dejaron plantados, la gente no está saliendo a las calles y por eso necesitan
estimularlos con alguna cosa. Por ejemplo, una plataforma en contra de la
muerte, o del diablo, o del pecado”, señaló[4].
Mientras la extrema derecha busca
la prohibición, la penalización y el castigo, sectores demócratas y
progresistas del país proponen proyectos legislativos en la dirección contraria,
como el senador Gustavo Bolívar, quien trabaja en una ley que autorice el
consumo recreativo de la marihuana. Por su
parte el expresidente Juan Manuel Santos declaró desde Portugal, donde se reúne
la Comisión Global sobre Políticas de Drogas, que “hay que reinventar esta
guerra contra el narcotráfico y las drogas y una de las formas más efectivas es
quitarle la prohibición a todo lo que tiene que ver hoy con el tráfico de
drogas y racionalizarlo para poderla controlar mejor”.
Estas voces sensatas son la que
deben conducir el debate nacional y sobreponerse al pobre nivel de discusión al
que intenta arrojarnos el Centro Democrático y el mismo Gobierno Nacional,
generando en el país la sensación de encontramos ante una especie de aburrido y
desgastado Déjà vu.
En 1994, a raíz de la reacción
que generó el fallo que autorizaba el consumo mínimo de sustancias
psicoactivas, el médico psiquiatra Luis Carlos Restrepo (quien años después se convertiría
en el Alto Comisionado para la Paz del gobierno Uribe, y en el prófugo menos
buscado por la justicia), afirmó que la población se levantó contra el fallo
porque había sido manipulada y desinformada. “Ha habido un manejo demagógico,
entendida la demagogia como la manipulación de las emociones de las masas. No
sólo no se ha dicho la verdad, sino que se ha mentido”. En una entrevista
titulada “Despenalizar no es legalizar” afirmó: “El Presidente, políticos y
algunos medios le están haciendo un daño al país. El peligro no está en la
decisión tomada por la Corte Constitucional, sino en la explicación que dan sus
detractores. Le están diciendo al país y al mundo entero que la Corte ha
legalizado y legitimado el consumo de drogas; han transmitido la visión de una
Corte que toma medidas apresuradas y equívocas. ¿Cómo le explicamos ahora al
mundo que tenemos unos magistrados probos e íntegros, quienes por responder a
lo que la sociedad les exige que es mantener el espíritu constitucional han
tomado esta medida, si el mismo presidente y los políticos y algunos medios han
enlodado su imagen? Entonces, ¿qué hacer? El Gobierno debe asignar recursos
para la prevención, porque hasta ahora ésta la hemos hecho con limosnas y
ayudas internacionales. En lugar de invertir miles de millones de pesos en
represión debería apoyar medidas preventivas que ya existen con recursos. El
fallo de la Corte abre un reto que puede ser muy positivo, porque nace del
mismo espíritu de la democracia. Educar para prevenir la drogadicción es educar
para prevenir el consumo. Las campañas de prevención basadas en el terror no
funcionan”[5].
Hoy tenemos que aprender del
pasado y de otras experiencias; aprovechar los alegatos dogmáticos y sin sustento
que ocupan la escena pública para escuchar con atención las voces autorizadas
que emergen desde distintas orillas y nos invitan a replantear viejas y
fracasadas estrategias pensando que si nunca han funcionado, ¿por qué irían de
funcionar ahora? El prohibicionismo solo ha servido para fortalecer las mafias,
profundizar la corrupción política y administrativa, y recortar libertades ciudadanas.
No nos ha liberado del flagelo de la droga ni de la violencia que le acompaña. En
1920 la imposición de la ley Volsted o ‘ley seca’, que prohibía la venta
y consumo de bebidas alcohólicas en Estados Unidos, disparó la violencia,
empoderó las mafias, fortaleció el comercio ilegal y el consumo prosperó. Pero fue
el riesgo para la salud a causa de la circulación de licor clandestino, el incremento
de la población carcelaria y el aumento en los crímenes, lo que llevó a que 1933
el senado derogara la medida. El presidente Roosevelt tuvo que admitir entonces
que trece años de “prohibición”, fueron un verdadero acto de hipocresía que solo
sirvió para profundizar la corrupción, crear nuevos delincuentes y forjar el
crimen organizado.
En Colombia el concepto de orden
público no se encuentra amenazado por cuenta de las libertades ciudadanas que
protege la Corte Constitucional; ni las condiciones mínimas de seguridad,
tranquilidad, salubridad y moralidad que permiten el normal desarrollo de la
vida en sociedad se han visto ni se verán quebrantadas por los fallos que en
derecho realiza la Corte Constitucional. Por el contrario. La Corte propone el
goce pleno de la autonomía humana, regida siempre por valores democráticos y
preceptos éticos que nos permitan avanzar como individuos y como sociedad hacia
el pleno uso de nuestra conciencia, derechos y libertad.
El fallo de la Corte no ha
generado ningún cambio sustancial en el país, pero podría servir para impulsar
nuevas y urgentes reflexiones. Las autoridades administrativas seguirán
garantizando el orden público como ordena la Constitución, la policía seguirá aplicando la prohibición
como lo viene haciendo (en lo que va corrido del año se han impuesto casi 136
mil comparendos por consumo de alcohol y drogas en lugares públicos), el
ministerio de Defensa y el Gobierno Nacional seguirán atentos al fallo final de
la Corte para poder realizar, según afirmaron, una ponderada valoración jurídica.
Sin embargo, la sensación que
queda en el país es que no hay interés, al menos no desde el ejecutivo, el
uribismo y parte del legislativo, en garantizar que este debate se surta en el
campo correcto y se asuma como eje de discusión hacia una rotunda
transformación. Detrás de él hay un
intento por quebrar la estructura democrática del país, despertar la
indignación colectiva haciendo que la ciudadanía crea que el proceso de paz es
una farsa, que las cortes garantizan impunidad y violentan la moral nacional, que
el fantasma del ‘castro-chavismo’ y de la tan mentada y poco clara ‘ideología
de género’ siguen siendo amenazas reales para el país. En el fondo se trata solamente
de una sucia campaña electoral, que se rige por las mismas estrategias, turbias
y nocivas, que enseñó JJ Rendón. Se trata de distorsionar la realidad nacional en
un año electoral. Y es ahí justamente donde la ciudadanía organizada puede
empezar a actuar y a incidir para lograr una verdadera y significativa revolución
política y cultural, como podría ser desde el colectivo ‘Defendamos la Paz’,
una plataforma diversa, amplia y propositiva que desde su nacimiento pocos
meses atrás, viene demostrado una profunda sintonía con la realidad del país,
la visible y la ignorada por las mayorías y la gran prensa nacional.
La discusión está planteada pero
debe trascender sus esferas programadas. Debe llevarnos a repensarnos como
sociedad, a reflexionar acerca de la que somos y permitimos como nación, a pensar
porque hoy genera más indignación la idea de un chico fumando un bareto
en un parque que nuestra incapacidad para abrazar a un niño al que le acaban de
asesinar a su mamá a tiros frente a sus ojos; como puede ser más preocupante el
consumo de la dosis mínima en un estadio de fútbol que el sistemático asesinato
de líderes sociales y defensores de derechos humanos en todo el país.
El debate no puede ser si se garantizan
o restringen libertades ciudadanas, esto ya debería estar superado y resuelto
por la misma naturaleza del Estado social de derecho que nos rige. El objetivo
debe ser la legalización total de todas las sustancias psicoactivas, como una
forma orientada a vencer el narcotráfico y a superar la principal fuente de
violencia y corrupción en el país.
Es urgente reinventar la lucha
contra el narcotráfico, como aconseja el expresidente Santos, reconocer los
elevados costos que el país ha pagado en perdida de recursos y de valiosas
vidas humanas en demenciales actos de terrorismo, violencia y destrucción;
actos de enorme barbarie y miopía política
que sólo nos han dejado muerte, dolor, degradación social, la certeza del
fracaso y la sensación de estar inmersos en una batalla destinada siempre a fracasar.
Podemos invertir otros cuarenta años repitiendo el modelo fallido o atrevernos
de una vez por todas a implementar una formula diferente, novedosa y que en
otros países ha dado buenos resultados. Es tiempo de cambiar y de avanzar sin
temor hacia la construcción de un paradigma mejor. La prohibición nunca ha sido
la solución.
Nota// Hoy debería causarnos una
profunda y furiosa indignación colectiva, que bajo el ridículo nombre de “Operación
Renacer 4”, agentes de la Policía y del Ejército entren a una casa en Tumaco
para asesinar, en completa oscuridad y sin mediar palabra, a dos hombres
desarmados que dormían con dos niños en las mismas camas, como denunció revista
Semana. Más horror debería provocar la perversa teatralidad a la que son
obligados los soldados para torturar a sus propios compañeros que prestan
servicio militar, que el hecho de que la Corte se pronuncie en defensa de un
país más liberal, progresista y consciente de su deber de superar sus propias
limitaciones.
[1] Las Zonas de Interés de
Desarrollo Rural, Económico y Social (ZIDRES). Se trata de un instrumento que
legalizaría la acumulación irregular de predios —con antecedentes de baldíos—
por parte de empresas nacionales y extranjeras, causando efectos negativos en
términos de concentración y expropiación de tierra. Ver: “Colombia: las
falacias detrás de ZIDRES, una ley de “subdesarrollo rural”. Oxfam
International. Junio de 2015.
[2] El Tiempo; “La tormenta
que desató fallo sobre consumo de alcohol y drogas”. Bogotá, 8 de junio de
2019. Consultado en: https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/la-tormenta-que-desato-fallo-sobre-consumo-de-alcohol-y-drogas-en-espacios-publicos-373022
[3] Las2orillas; “Uribe y su
inaceptable marcha contra la Corte Constitucional”. Por: Alejandro Mojocó Ramírez.
Bogotá, Junio 10, 2019. Consultado en: https://www.las2orillas.co/uribe-y-su-inaceptable-marcha-contra-la-corte-constitucional/
[4] RCN Radio; “Papeleta para
prohibir consumo de droga en parques desata polémica”. Sección política. Por
Daniel Jerez. Bogotá, 19 de junio de 2019. Consultado en: https://www.rcnradio.com/politica/papeleta-para-prohibir-consumo-de-droga-en-parques-desata-polemica
[5] El Tiempo; “Despenalizar no
es legalizar”. Bogotá, 22 de mayo de 1994. Consultado en
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-133646
IMAGEN TOMADA DE LA PÁGINA PIJAMASURF. SALVAR A MÉXICO: LEGALIZACIÓN DE LAS DROGAS
Comentarios
Publicar un comentario