Chile arde (2)




Chile en llamas
Segundo reporte (Octubre 21 de 2019)


Santiago de Chile amaneció humeante y militarizada. Las imágenes de la ciudad que circulan por redes sociales nos regresan a los aciagos días de la dictadura militar, con sus calles roñosas, sucias, de cristales rotos, ciclas calcinadas y olor a batalla. Se respira temor, hay tensión en el ambiente, pero también una extraña y desconocida sensación recorre los túneles oscuros donde fueron incendiadas 20 estaciones del metro; hay algo que se contagia en el aire, que circula en redes -pese al control del internet y de la tv- un algo que podría pensarse como el eco de un grito de resistencia o como la esperanza que desplaza de un solo golpe la resignación.  

El presidente Piñera  dijo hace un par de días, que había escuchado "con humildad la voz de la gente", poco después de reversar el alza en la tarifa del metro y decretar el estado de emergencia y el toque de queda en varias ciudades del país. Anoche afirmó ante la prensa que el país está en guerra. Y esto dicho en labios de un mandatario que no sabe como contener un furioso y postergado estallido social, aterra. ¿En guerra? Si, en guerra ha dicho. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso -afirmó- implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite, incluso cuando significa pérdida de vidas humanas, que está dispuesto a quemar nuestros hospitales, las estaciones del metro, nuestros supermercados, con el único propósito de producir el mayor daño posible a todos los chilenos; ellos están en guerra contra todos los chilenos de buena voluntad que queremos vivir en democracia, con libertad y en paz. Hoy no es tiempo de ambigüedades y llamo a todos los compatriotas a unirnos en esta lucha contra la violencia, contra la delincuencia”.

¿Es  guerra del establecimiento y del poder político contra el pueblo, contra el poder popular? Esa es la guerra que desata y asume el presidente Piñera, porque las revueltas tienen un origen común, único, y es la fatiga de un pueblo vilipendiado, manoseado y arrojado a estados de pobreza y desesperanza casi que absolutos. Hoy lo que enfrenta Chile no es una amenaza terrorista de desadaptados. Es el descontento y la furia de las mayorías nacionales que han vencido su miedo a protestar y a exigir derechos; que por fin han despertado.  

El Presidente dice que el país está en guerra (sin especificar guerra de quiénes contra quienes), pero el general Javier Iturriaga, jefe de la Defensa Nacional, asegura ser un hombre un feliz,  y no estar en guerra con nadie.  Piñera parece no entender que la única guerra que debe declarar su gobierno es contra la injusticia social, la pobreza y el hambre de su pueblo. No contra su gente.

Hoy miles de manifestantes se concentraron en las principales plazas de Santiago para responder al llamado de huelga general, convocado por más de una veintena de organizaciones sociales y sindicatos. Bajo un cielo gris y más opaco de lo habitual, quizás a causa del humo de los incendios y de las detonaciones, se elevaron varias consignas enardecidas: “Chile resiste”, "Que se vayan los milicos", "¡Chile despertó!", “Piñera renuncia”, “¡Fuera el FMI!", gritó la gente frente a los Carabineros y de espaldas a los asustados ciudadanos que prefieren observar a través del cristal la lucha de quienes claman por sus derechos.

En Instagram alguien resumió el sentir popular: “Los chilenos nos cansamos de la injusticia, de sufrir la desigualdad, un servicio de salud indigno, una seguridad que no resguarda a nadie, una justicia selectiva que castiga a unos pocos pero nunca toca a los poderosos; y nos cansamos, sobre todo, de rompernos el lomo y que no alcance a fin de mes. Nos cansamos de que nos sigan metiendo el dedo en el ojo”.

La gran prensa muestra las calles convalecientes, los incendios en los edificios, los desmanes en los negocios y los estudiantes arrastrados hacia patrullas de la policía. Se habla de más de mil detenidos, 11 muertos, 30 heridos y millonarias pérdidas materiales. En las redes sociales se observa el excesivo uso de la fuerza de los Carabineros, los asesinatos, pero también se han visto uniformados que lloran y se abrazan con los manifestantes en un pacto de no violencia. Varios sectores le han exigido al gobierno que asuma una posición clara con planteamientos concretos. Pero hasta ahora no les ha respondido. Pocos medios muestran la dramática realidad del pueblo trabajador, sus miserias y sus angustias cotidianas, la tenebrosa desprotección en la que se encuentra; las profundas y justas razones para su descontento.

La maestra Camila Vicuña, envió esta tarde un nuevo mensaje desesperado. “Hoy da miedo asomar a la calle. Las personas hablan con fatiga y se preguntan ¿dónde quedó el Nunca más de Piñera? Es evidente que existen grupos violentos contratados para dividirnos, para provocar caos, vandalismo y desorden y así justificar la represión y las medidas extremas de un mandatario acorralado. Continúan las quemas de supermercados, de centros comerciales, de buses, de llantas, y estas acciones nos dividen porque los chilenos queremos y necesitamos un cambio, pero no toleramos la violencia. Desde las plazas, las calles y las ventanas hacemos un llamado a protestar, porque es un deber, pero sin violencia. Sabemos que las cosas tienen que cambiar, que este estallido social es un paso difícil, costoso pero necesario para proponer otra forma de vida.

Quienes sufrimos y vivimos la dictadura estamos temerosos, las imágenes que vemos en las calles y en la prensa nos regresan en el tiempo, y un escalofrío nos recorre todo el cuerpo. Los jóvenes no entienden el terror que nos embarga, tampoco el significado político del toque de queda, para ellos es una innecesaria prohibición a su libertad de expresión. No entienden muchas cosas, pero saben, como todo el país, que las cosas tienen que cambiar.

Me asusta mucho escuchar los helicópteros, para mí son sinónimo de muerte. Escucho bombazos a los lejos, las cacerolas, una vecina me cuenta que encontraron dos cuerpos calcinados al interior de un supermercado saqueado, tengo miedo. No quiero regresar a ese Chile del que tuve que huir en el pasado, a ese miedo húmedo que se colaba en la mirada y nos obligaba a caminar con la vista clavada en el piso para no provocar, para no parecer, para no desaparecer.

El mundo y los organismos internacionales tienen que saber que no hay una guerra interna en Chile. Lo que hay es un conflicto social postergado durante décadas de malos tratos, de promesas incumplidas y de silenciosa represión, cuyo protagonista es un pueblo decidido que hoy clama y exige justicia social”. Hoy tenemos resistencia popular y violencia estatal. 

Paula Jara, una artista plástica que vive en Concepción cuenta lo siguiente: “Hay mucha desinformación, pero la crisis es real, es profunda y es de hace décadas. Chile no da más, es una pantalla de politiquería, de derecha e izquierda que no sirven para nada ninguno de los dos, y hoy día la gente está descontenta. Estoy super orgullosa con lo que esta pasando, estoy contenta con todo el desmadre que hay, aunque no puedo ni salir de casa, ni nada, pero está bien, ya es tiempo, saquemos la mierda de una vez. Es compleja la situación, es muy grande, no podemos meter años de historia en una frase. Chile es un país maltratado, abusado, violado, que creció sin conciencia política, que sumó 30 años de inconsciencia a 17 de dictadura, y finalmente se ahogó en su propia historia. Por eso este estallido es tan rotundo, tan furioso, tan extremo, violento y definitivo”. Nada será igual porque esta vez el pueblo será escuchado.

PD//: El escritor chileno Jorge Baraditt compartió en Instagram una triste imagen, tomada en la comuna de Ñuñoa, al nororiente de Santiago.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Reforma Rural Integral: la llave para la PAZ total

Simbolismo en la posesión presidencial

LLEGÓ LA HORA DE LEGALIZAR