Claudia López, representa un cambio de conciencia


"El congreso es un nido de ratas”; “negar los vínculos de Uribe con el paramilitarismo es como negar los vínculos de 'Timochenko' con las Farc y el terrorismo", “huir por los pasillos del Congreso para evadir un debate es un espectáculo lamentable, sólo comparable metafóricamente con una sanguijuela huyendo por una alcantarilla”,los derechos fundamentales no se someten a referendo", “el senador [Uribe] usó a paramilitares para sus particulares intereses, enriquecerse y eliminar a sus competidores políticos", “el presidente colombiano Álvaro Uribe ‘cogobernó’ durante ocho años con el ‘narcoparamilitarismo’, período en el que esa mafia se legitimó política y económicamente”, “[Uribe] promovió a los paramilitares de frente, los ayudó, combinó las formas de lucha, les dio las Convivir. Ha sido militante…”, “Uribe es un “narcoparapolítico impune”.

Estas fuertes y contundentes frases, varias de ellas lanzadas en el congreso de la República, otras a través de los medios de comunicación y redes sociales cuestionando la ética del Congreso y confrontando a uno de los políticos más temibles en la historia de Colombia, fueron dichas de manera pública y frentera por una mujer, y no cualquier mujer, sino por una acuciosa académica de origen modesto, que además de retar al establecimiento y echar por tierra sus dogmas, se declara abierta, libre y felizmente homosexual.

Las osadas y corajudas afirmaciones de Claudia López despiertan admiración, temor o  rechazo, pero nunca pasan desapercibidas: pueden irritar por temerarias o fascinar por atrevidas, pero gusten o no, sacuden la doble moral de un país acostumbrado a mirar con desdén a quienes desafían la hegemonía del poder dominante y se atreven a vociferar verdades que muchos temen escuchar o pronunciar. Claudia López incomoda, y mucho. Más cuando se ubica en la línea de lo constitucional para desde allí, con cifras en mano, argumentos y enorme pasión arremeter tanto contra la izquierda como contra la derecha, contra partidos y poderosos, contra los intocables de un país de castas y  apellidos. Buena parte de la élite no la resiste; los corruptos que pululan en lo público tratan de silenciarla y un sector demócrata del país la reconoce como una genuina abanderada del cambio.

De lejos o de cerca, parecería una incendiaria que dispara ráfagas de verdades o de rumores bien cocidos a diestra y siniestra, que un día le reconoce virtudes a un contradictor o colega de manera pública y al otro día lo desolla en redes sociales o en alguna entrevista radial de acuerdo con el clima político del país. Pero más que incendiaria, aunque lo sea, se trata de una mujer que ha roto el molde en Colombia, que de apasionada líder estudiantil a finales de los 80s, destacada y valiente investigadora social y aguerrida parlamentaria, hoy está cerca de convertirse en la primera alcaldesa elegida por voto popular en Bogotá, el segundo puesto más importante del país. Con ella no hay punto medio: o se le ama o se le teme. Pese a ser una mujer menuda, de contextura delgada y baja estatura su energía es poderosa  y su mirada,  verde y altiva, es ardiente.

Quienes la defienden y creen en su proyecto político, sin duda orientado a profundizar la democracia, fortalecer la justicia y mejorar las condiciones de vida de sectores históricamente vulnerados y victimizados, aseguran que es incorruptible, honesta y transparente y creen que contar con un alto funcionario que no robe en la administración del país o de la ciudad ya es ganancia; les gusta su temple, su fuerza y la contundencia con la cual argumenta sus posiciones. Para su detractores no es una mujer confiable; aseguran que ha caído en ese estado nebuloso en el que transitan varios políticos que se dedican a decir lo que se espera de ellos para obtener votos en vez de mantener una línea firme consecuente con sus propias creencias. Observan como un día arremete contra Petro y al otro lo apoya, como un día descalifica el Acuerdo de Paz y al otro lo defiende,  como dispara dardos contra Peñalosa pero al mismo tiempo avala su elección del metro elevado o se resiste a asumir posiciones rotundamente críticas frente a su gestión.

En redes sociales la han acusado de ser ambigua frente a temas claves para el país y para Bogotá, de no ser coherente, de tener una agenda neoliberal escondida tras un discurso democrático, de ser soberbia, exaltada y poco asequible. Le dicen “camaleón”. Pero ¿qué tan ciertos  o justos son estos señalamientos? 

El país reconoce que su principal virtud es la valentía; admira su carácter, su disciplina, su constancia, inteligencia y coraje, pero también sabe que su ‘Talón de Aquiles’ es la contradicción que a veces se desborda hasta la incoherencia. Y en política la coherencia es fundamental. Varias veces la justicia la ha obligado a rectificar y otras tantas ha sido acusada de injuria y calumnia.

Sectores de izquierda la tildan de ser de derecha; los de derecha de ser de izquierda, y todos coinciden en reconocerla como una política diferente. Claudia es la mujer desenfadada que sale a pasear por la ciclovía los fines de semana, que acudía en cicla a su trabajo en el congreso, que defiende con vehemencia a los animales, los sectores históricamente excluidos y más vulnerables de la sociedad como la comunidad LGTBI, los artistas o el servicio doméstico, que se enfrenta sin miedo a las mafias políticas del país; es la mujer frentera que se demarca de la política tradicional, que le grita verdades al establecimiento, que ha tenido que ser dura para resistir y que se define como una política con carácter.  Yo soy una persona con carácter porque creo que en la vida hay que tener ese equilibrio. Carácter para enfrentar a la corrupción, carácter para enfrentar el abuso de poder (y humildad para reconocer los errores); esas han sido mis batallas y mis peleas en la vida[1].

Hay quienes no toleran ese exceso de ‘carácter’. Su manera de hablar como si estuviera regañando, dando cátedra o como si fuera dueña de la verdad, incomoda. Claudia reconoce que es así, que muchas personas la tildan de arrogante y mandona, pero tal vez se debe a que tiene mucha pasión y convencimiento para decir o sustentar alguna idea. “Yo no me creo la dueña de la verdad y estoy dispuesta a dejarme convencer por argumentos”. Sabe que tiene muchos defectos, como cualquier humano, pero al ser figura pública, los suyos son más visibles. “Como persona tengo muchos defectos. El peor es que soy súper impaciente, soy impulsiva y puedo ser agresiva. A mí se me vuela la piedra fácil. Muchas veces he tenido que pedir perdón porque digo algo inapropiado. Esto me causa muchos dolores porque a veces uno termina hiriendo a gente que no quisiera herir y que adora. Pero no tengo problema en reconocerlo”.

Acepta que en política, quizás por ese mismo ‘carácter’, ha cometido muchos, muchísimos errores, pero aprende de ellos y asume sin evasión alguna, los costos de sus equivocaciones y el deber de trabajar día a día para superarse a sí misma. “De hecho he tenido que pedir excusas varias veces en mi vida, y me he tenido que retractar ante un juez. O sea, me ha costado en lo personal y en lo político[2].

Recientemente fue objeto de feroces críticas por llamar ‘ignorante’ a un periodista, lo que era más que evidente, pero fue la manera en la que lo dijo, frentera y sin compasión, lo que desató la oleada de críticas. Claudia concedió una entrevista al diario El Tiempo aclarando el impase y, contrario a lo esperado, se reafirmó en lo dicho. Para muchos estuvo bien. En un país, dominado a veces por la infamia y por las mentiras que difunde la  prensa paga, ignorante o corrupta, es necesario que alguien le diga la verdad, que no tema retaliaciones y que al menos intente provocar serias reflexiones sobre el desempeño profesional de algunos periodistas. No basta con rechazar ciertos canales de televisión o con satanizar dos o tres empresas dueñas de medios masivos de comunicación; es necesario provocar la reflexión e impulsar la transformación.

 Yo llevo cinco años en política- afirmó. -Soy una mujer frentera, franca, valiente. Yo me he enfrentado a gente con poder, con armas, con mafias, desde mi pluma, y no me arrepiento un segundo de haberlo hecho. Para eso en la vida hay que tener carácter; con la corrupción no se puede contemporizar, no es hablándonos pasito, ni con los narcos, ni con los paracos, ni con los de las FARC, ni con los corruptos; contra ellos toda la firmeza y el carácter. Hay quienes por eso me han querido caricaturizar de gritona, no les ha servido de nada. Caricaturizándome de gritona llegué a Senadora, saqué la mayor votación de Bogotá en la primera vuelta presidencial junto con Sergio Fajardo, logré que el 56% de los bogotanos votaran por la Consulta Anticorrupción, y gané la nominación de mi partido. ¿Sabe por qué?  Porque la inmensa mayoría de la gente que me ve, es como yo. Es gente hecha a pulso, es gente con carácter, es gente que nunca se ha dejado doblegar por el poder y la corrupción, es gente que no traga entero, es gente que viene de abajo y sabe lo que es el abuso de poder porque lo sufre todos los días, y que no va a contemporizar con eso, jamás.

Para todo en la vida hay que saber cuándo se tiene un carácter. Tú me acabas de hacer una entrevista, informada. Que un colega tuyo después de cinco años de cubrir política me venga a preguntar si yo voy a seguir apoyando a Maduro o no, es un acto de ignorancia, es un acto de desinformación. Así como él tiene derecho a preguntarme, yo tengo derecho a contestarle que está desinformado, y que para hacer bien su trabajo tiene que informarse. Yo a pesar de todas las diferencias que tengo con la gente del Centro Democrático he firmado unánimemente con ellos, todas las declaraciones de rechazo a Maduro. Porque para defender la democracia no hay que ser ni de izquierda ni de derecha, hay que tener sentido común, hay que tener sentido de grandeza. Entonces se lo contesté con franqueza porque un periodista no puede llegar a una rueda de prensa a hablar de Venezuela cuando estamos hablando es de Bogotá, pero además desinformado. (…)así como los periodistas tienen derecho a preguntar, uno también tiene derecho a contestarles poniendo en evidencia que no saben lo que están haciendo en su momento. La libertad de expresión es de doble vía[3].

En otra entrevista a finales de julio del 2019, el periodista Juan Diego Avira le dijo “no pelee tanto Claudia”, a lo que ella le respondió: “hay que pelear contra la corrupción mi hermano, no, no, no me vengas con tonterías y con cositas machistas, que las mujeres cuando somos enfáticas…. No me vengas con condescendencias machistas… Las mujeres tenemos que ser respetadas en esta sociedad y ser vehementes contra la corrupción, contra los bandidos y contra los narcos es indispensable para cuidar esta ciudad; …tener carácter es algo que necesita la ciudad para que la saquemos adelante, para que no sigamos en manos de la politiquería ni de los caudillos que tienen atrapada esta ciudad en el pasado…”[4]

Estos simples ejemplos muestran lo difícil que es para una mujer hacer política en un país de fuerte arraigo patriarcal; donde se confunde vehemencia con prepotencia, valor con temeridad, y se espera de la mujer actitudes sumisas y benevolentes con la esclavitud mental y laboral. Claudia no sólo lo desafía con su manera de ser y su precisión argumental, también lo hace desde su vida pública y privada. Se declara homosexual de manera clara y rotunda, no le juega al morbo de la prensa, rechaza a los machos, y no solo eso, se permite tener novia en el congreso de la República. Ello por supuesto despeluca a una sociedad medrosa, acostumbrada a ver a la mujer en otro plano, quizás maternal o de manifiesta debilidad, o a encontrarla en la escena política como muestra de una política condescendiente dispuesta al sacrificio en aras de  alcanzar una cómoda noción de igualdad; noción que de ningún modo se propone reconfigurar el modelo de organización social primitiva, donde la autoridad es ejercida por un jefe varón, impuesto sobre la comunidad, sólo por ser  varón.  Claudia no pelea por pelear, aunque a veces no sabe pelear. Le falta diferenciar entre ser agresivo y tener carácter, entre criticar y atacar, y como estrategia política podría centrarse en debatir ideas y propuestas, evidenciar la corrupción que cohabita con la política, y no caer en disputas personales.

 No puedes denunciar la corrupción con voz de nené -dice ella con razón. -No puedes decir ‘Mira, mi vida, por favor no te robes la plata’. Hay que decir ‘¡No seas cretino, no le robes a la gente!’. La mayoría de las personas me conoce por un pequeño espectro de mi vida, que es el que enfocan los medios [5], confiesa Claudia.

Son muchas las opiniones e imaginarios que se han construido sobre Claudia López, algunos atravesados por el color político o la ideología, otros por el prejuicio o la fascinación; algunas cosas de las que se dicen son ciertas y otras son absolutamente falsas, como la supuesta condena cuando fue Directora Acción Comunal. Y no será a través de la prensa, las redes sociales o ni siquiera a través de un pequeño libro como logremos proyectar un retrato justo y ponderado de ella, ni dimensionar lo que Claudia representa y simboliza como mujer, ciudadana, investigadora y política en un país rezagado en términos de inclusión social y democrática, justicia social y paridad de género.  

Claudia López, guste o no, es hoy lo más cercano que tenemos al cambio político que desde hace lustros reclamamos. Ella representa lo que las elites hipócritas y bufonas no toleran, lo que una izquierda marchita de ideas no perdona, lo que la godarria anquilosada y desgastada no admite ni soporta. No hay que ser seguidor de Claudia, incluso mejor no serlo, ni de ella ni de nadie, para entender que lo que propone, con su sola presencia, es un nuevo paradigma en nuestra vieja y domesticada democracia. Claudia simboliza la esperanza de un cambio real pero, sobre todo, posible. 




[1] FM Noticias (Googleando); “Los secretos que guarda Claudia López”. Bogotá, 21 de marzo de 2019. Consultado en: https://youtu.be/-SnXR-frMtQ
[2] Portal Vice.com; “Cuestionario VICE. “No es la bala, es mi cédula la que debe decidir”: Claudia López. Bogotá, 27 de noviembre de 2017.
Consultado en: https://www.vice.com/es_co/article/qv37n7/cuestionario-vice-elecciones-2018-candidatos-entrevista-claudia-lopez
[3] El Tiempo; “Claudia López responde sobre polémica respuesta a periodista”. Bogotá, abril de 2019. Consultado en: https://youtu.be/3WnjQ8kebbs
[4] Noticias Caracol; “¿Claudia López regañó a Juan Diego Alvira? Vea lo que realmente pasó”. Bogotá, 31 de julio de 2019. Consultado en: https://youtu.be/epwLoGIRjmI
[5] El Espectador; “Estudiante de biología, hija de una profesora: así ha sido la vida de Claudia López”. Por Carlos Torres. Sección Vida Social. Bogotá, 28 de febrero de 2018. 
Consultado en: https://www.elespectador.com/cromos/vida-social/estudiante-de-biologia-hija-de-una-profesora-asi-ha-sido-la-vida-de-claudia-lopez-articulo-778712

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