Claudia López, una política audaz


Las osadas y corajudas afirmaciones de Claudia López despiertan admiración, temor o  rechazo, pero nunca pasan desapercibidas: pueden irritar por temerarias o fascinar por atrevidas, pero gusten o no, sacuden la doble moral de un país acostumbrado a mirar con desdén a quienes desafían la hegemonía del poder dominante y se atreven a vociferar verdades que muchos temen escuchar o pronunciar. Claudia López incomoda, y mucho. Más cuando se ubica en la línea de lo constitucional para desde allí, con cifras en mano, argumentos y enorme pasión arremeter tanto contra la izquierda como contra la derecha, contra partidos y poderosos o contra los intocables en un país de castas y  apellidos. Buena parte de la élite no la resiste; los corruptos que pululan en lo público tratan de silenciarla y un sector demócrata del país la reconoce como una genuina abanderada del cambio.

De lejos o de cerca, parecería una incendiaria que dispara ráfagas de verdades o de rumores bien cocidos a diestra y siniestra, que un día le reconoce virtudes a un contradictor o colega de manera pública y al otro día lo desolla en redes sociales o en alguna entrevista radial de acuerdo con el clima político del país. Pero más que incendiaria, aunque lo sea, se trata de una mujer que ha roto el molde en Colombia, que de apasionada líder estudiantil a finales de los 80s, destacada y valiente investigadora social y aguerrida parlamentaria, hoy está cerca de convertirse en la primera alcaldesa elegida por voto popular en Bogotá, el segundo puesto más importante del país. Con ella no hay punto medio: o se le ama o se le teme. Pese a ser una mujer menuda, de contextura delgada y baja estatura su energía es poderosa  y su mirada,  verde y altiva, es ardiente.

Quienes la defienden y creen en su proyecto político, sin duda orientado a profundizar la democracia, fortalecer la justicia y mejorar las condiciones de vida de sectores históricamente vulnerados y victimizados, aseguran que es incorruptible, honesta y transparente y creen que contar con un alto funcionario que no robe en la administración del país o de la ciudad ya es ganancia; les gusta su temple, su fuerza y la contundencia con la cual argumenta sus posiciones. Para su detractores no es una mujer confiable; aseguran que ha caído en ese estado nebuloso en el que transitan varios políticos que se dedican a decir lo que se espera de ellos para obtener votos en vez de mantener una línea firme consecuente con sus propias creencias. Observan como un día arremete contra Petro y al otro lo apoya, como un día descalifica el Acuerdo de Paz y al otro lo defiende,  como dispara dardos contra Peñalosa pero al mismo tiempo avala su elección del metro elevado.

En redes sociales la han acusado de ser ambigua frente a temas claves para el país y para Bogotá, de no ser coherente, de tener una agenda neoliberal escondida tras un discurso democrático, de ser soberbia, exaltada y poco asequible. Le dicen “camaleón”. Pero ¿qué tan ciertos  o justos son estos señalamientos? 

El país reconoce que su principal virtud es la valentía; admira su carácter, su disciplina, su constancia, inteligencia y coraje, pero también sabe que su ‘Talón de Aquiles’ es la contradicción que a veces se desborda hasta la incoherencia. Y en política la coherencia es fundamental. Es impulsiva. Y varias veces la justicia la ha obligado a rectificar y otras tantas ha sido acusada de injuria y calumnia.

Sectores de izquierda la tildan de ser de derecha; los de derecha de ser de izquierda, y todos coinciden en reconocerla como una política diferente. Claudia es la mujer desenfadada que sale a pasear por la ciclovía los fines de semana, que acudía en cicla a su trabajo en el congreso, que defiende con vehemencia a los animales, los sectores históricamente excluidos y más vulnerables de la sociedad como la comunidad LGTBI, los artistas o el servicio doméstico, que se enfrenta sin miedo a las mafias políticas del país; es la mujer frentera que se demarca de la política tradicional, que le grita verdades al establecimiento, que ha tenido que ser dura para resistir y que se define como una política con carácter.  Yo soy una persona con carácter porque creo que en la vida hay que tener ese equilibrio. Carácter para enfrentar a la corrupción, carácter para enfrentar el abuso de poder (y humildad para reconocer los errores); esas han sido mis batallas y mis peleas en la vida[1].

Hay quienes no toleran ese exceso de ‘carácter’. Su manera de hablar como si estuviera regañando, dando cátedra o como si fuera dueña de la verdad, incomoda. Claudia reconoce que es así, que muchas personas la tildan de arrogante y mandona, pero tal vez se debe a que tiene mucha pasión y convencimiento para decir o sustentar alguna idea. “Yo no me creo la dueña de la verdad y estoy dispuesta a dejarme convencer por argumentos”. Sabe que tiene muchos defectos, como cualquier humano, pero al ser figura pública, los suyos son más visibles. “Como persona tengo muchos defectos. El peor es que soy súper impaciente, soy impulsiva y puedo ser agresiva. A mí se me vuela la piedra fácil. Muchas veces he tenido que pedir perdón porque digo algo inapropiado. Esto me causa muchos dolores porque a veces uno termina hiriendo a gente que no quisiera herir y que adora. Pero no tengo problema en reconocerlo”.

Ser mujer, lesbiana, de estrato humilde y hacer política en Colombia no es una misión sencilla.  Claudia no sólo desafía con su manera de ser y su precisión argumental el orden establecido, también lo hace desde su vida pública y privada. Se declara homosexual de manera clara y rotunda, no le juega al morbo de la prensa y se permite tener novia en el congreso de la República. Ello por supuesto despeluca a una sociedad medrosa, acostumbrada a ver a la mujer en otro plano, quizás maternal o de manifiesta debilidad, o a encontrarla en la escena política como muestra de una política condescendiente dispuesta al sacrificio en aras de  alcanzar una cómoda noción de igualdad.  Claudia no pelea por pelear, aunque a veces no sabe pelear. Le falta diferenciar entre ser agresivo y tener carácter, entre criticar y atacar, y como estrategia política podría centrarse en debatir ideas y propuestas, evidenciar la corrupción que cohabita con la política, y no caer en disputas personales.

 No puedes denunciar la corrupción con voz de nené -dice ella con razón. -No puedes decir ‘Mira, mi vida, por favor no te robes la plata’. Hay que decir ‘¡No seas cretino, no le robes a la gente!’. La mayoría de las personas me conoce por un pequeño espectro de mi vida, que es el que enfocan los medios [2], confiesa.

Son muchas las opiniones e imaginarios que se han construido sobre Claudia López, algunos atravesados por el color político o la ideología, otros por el prejuicio o la fascinación; algunas cosas de las que se dicen son ciertas y otras son absolutamente falsas, como la supuesta condena cuando fue Directora Acción Comunal. Y no será a través de la prensa, las redes sociales o ni siquiera a través de un pequeño libro como logremos proyectar un retrato justo y ponderado de ella, ni dimensionar lo que Claudia representa y simboliza como mujer, ciudadana, investigadora y política en un país rezagado en términos de inclusión social y democrática, justicia social y paridad de género.  

Claudia López, guste o no, representa lo que las elites hipócritas y bufonas no toleran, lo que una izquierda marchita de ideas no perdona, lo que la godarria anquilosada y desgastada no admite ni soporta. No hay que ser seguidor de Claudia, incluso mejor no serlo, ni de ella ni de nadie, para entender que ella propone un nuevo paradigma en nuestra vieja y domesticada democracia. Claudia simboliza la esperanza de un cambio real y, sobre todo, posible.

***********

Foto tomada del Fb de Claudia López.







[1] FM Noticias (Googleando); “Los secretos que guarda Claudia López”. Bogotá, 21 de marzo de 2019. Consultado en: https://youtu.be/-SnXR-frMtQ
[2] El Espectador; “Estudiante de biología, hija de una profesora: así ha sido la vida de Claudia López”. Por Carlos Torres. Sección Vida Social. Bogotá, 28 de febrero de 2018. 
Consultado en: https://www.elespectador.com/cromos/vida-social/estudiante-de-biologia-hija-de-una-profesora-asi-ha-sido-la-vida-de-claudia-lopez-articulo-778712

Comentarios

Entradas populares de este blog

Reforma Rural Integral: la llave para la PAZ total

Simbolismo en la posesión presidencial

Reforma Rural Integral: la llave para la PAZ total