¿Por qué la policía arremete con tanta violencia contra la ciudadanía?

Bogotá, 24 de noviembre de 2019. 
En estos días en los que confluyen viejos descontentos, se expresa el malestar social, legítimo y desesperado de un pueblo arrinconado y deshausiado de sueños y esperanzas de cambio durante décadas, la policía ha salido a escena pública para jugar el rol de verdugo de su propio pueblo. Vemos a sus agentes que con enorme desprecio y furia, como impulsados por un rencor inyectado en duras sesiones de tortura psicológica, arremeten con rabia y sin contemplaciones, agreden, violan derechos, apalean, pasan sus motos sobre los cuerpos de las personas, disparan a la cabeza y a los ojos (como hemos visto acá varias veces y 248 en Chile), tiran piedras y arrastran jóvenes del pelo.
¿Qué les paso? ¿Siempre ha sido así? ¿La policía como fuerza cívica que brinda seguridad a las personas y se comporta como si fuésemos todos parte de una misma sociedad es el imaginario de un cuento rosa que se ubica a siglos de distancia de la realidad?
No es sólo el brutal Esmad, responsable de decenas de homicidios, abusos, violaciones a los derechos humanos y agresiones desde que se creó con licencia para dañar, perseguir y no responder por sus acciones. Es la policía en general que sale a la calle como si partiera a una guerra cruel y despiadada, como toda guerra, a enfrentar peligrosos y odiados enemigos que no son otros, ni son distintos a sus vecinos y compatriotas, ciudadanos desarmados que por estos días ejercen su derecho constitucional a protestar porque las cosas no van bien en el país.
Reclamar derechos fundamentales, como educación, salud, pensión, trabajos y salarios dignos, seguridad y justicia social, equidad y respeto a la vida, así como el cumplimiento del acuerdo de paz firmado por el Estado colombiano, poner fin a la corrupción, la impunidad, el uribismo, la violencia, el reclutamiento, bombardeo y fusilamiento de niños y de una ciega y costosa depredación ambiental, es un deber ciudadano, humano y moral.
¿Es tan difícil entender que la reivindicación de esos derechos incluyen a policías, soldados, a sus hijos y familias?
No es posible hablar de una paz creíble, ni siquiera cercana, cuando ciudadanos son entrenados para odiar, sentir desprecio y agredir a otros ciudadanos; cuando nos dividen entre los que merecen vivir y aquellos cuya vida pareciera no tener ningún valor.
La policía y la fuerza pública en un Estado democrático no deberían causar terror a las personas, ni tendríamos que implementar manuales para protegernos de quienes por ley y constitución deberían cuidarnos, brindarnos confianza y velar por nuestra integridad y seguridad personal, familiar y de nuestros bienes.
Hay algo profundo que hiede, que duele, que lacera y agota, algo que tiene que cambiar.
Y el momento del cambio ha llegado. Es aquí y ahora que unidos como pueblo y como humanos podemos y debemos lograrlo.
Hemos llegado al vórtice de nuestra historia, y una policía violenta, corrupta y criminal se opone a todo aquello que como sociedad debemos preservar y garantizar.
Es insostenible.
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Foto publicada por la web de Telemundo. 

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