Confinamiento humano, malestar social y recesión
Bogotá, marzo 25 de
2020.
La experiencia,
trágica y dolorosa, que están viviendo con especial rudeza, países como Italia,
España, Francia y China, entre otros, nos indican que la principal medida que
debe adoptarse para controlar la expansión del virus, es la severa limitación
del contacto social; ordenar a la población permanecer en casa, a los
empresarios y a los grandes empleadores incursionar en una inédita modalidad de
teletrabajo, sustituir las clases presenciales en colegios, centros de
enseñanza y universidades, por clases virtuales, aplazar todo encuentro masivo
y limitar al máximo la movilización y presencia ciudadana en las calles.
En Colombia mientras
el presidente Duque se mostraba dubitativo a la hora de adoptar medidas
radicales, como cerrar el aeropuerto internacional El Dorado,[1]
la alcaldesa de Bogotá no dudo en actuar y el pasado 18 de marzo, decretó el
confinamiento en Bogotá durante cuatro días; medida que tal vez para hacer
menos traumática entre la ciudadanía, llamó ‘simulacro de cuarentena’. Esta
decisión rápida y efectiva, en la que anteponía a cualquier otra consideración,
el deber de preservar la vida y garantizar, en lo posible, la seguridad
ciudadana, así como otras medidas que adoptaría durante la última semana,
recibieron el respaldo de amplios sectores sociales y políticos del país, y
muchos no dudaron en reconocer su liderazgo político y capacidad de maniobra en
momentos de crisis.
Diferentes alcaldes y
gobernadores se sumaron a su iniciativa, incluso ordenaron toques de queda y
ley seca en sus municipios, y sin proponérselo terminaron por desafiar a un
mandatario que no lograba sintonizarse con esta nueva realidad. Una semana
atrás, el jueves 12 de marzo Duque declaraba la alerta sanitaria a nivel
nacional y afirmaba que no estaba contemplando la suspensión de clases en
colegios, porque bastaba con que las instituciones educativas atendieran los
protocolos en materia de prevención e higiene, difundidos por los ministerios
de Salud y de Educación.
Por su parte, la
alcaldesa de Bogotá decidió consultar a varios expertos, académicos y
prestadores de servicios públicos y privados de salud para definir las medidas
de cuidado, prevención y tratamiento que se debían adoptar en Bogotá, y fue así
como extendió la circular 024 que establecía las condiciones para el
teletrabajo extraordinario a fin de garantizar que por lo menos un tercio de
los empleados y colaboradores de todas las entidades públicas del Distrito,
pudieran ejercer su trabajo en casa. Su línea de acción apuntaba hacia un
confinamiento progresivo.
Ese mismo día, en un
mensaje de esperanza, la alcaldesa Claudia López recordó que no era la primera
crisis que enfrentaba la ciudad. En 1997 Bogotá enfrentó una situación de
riesgo colectivo cuando se rompieron los tubos que abastecían de agua la ciudad
desde la represa de Chingaza, ubicada en Parque Nacional Natural Chingaza. La
reparación tardaría tres meses en promedio. La administración distrital de
aquel entonces, a través de una fuerte campaña pedagógica, llamó a la
ciudadanía a cumplir con una meta de ahorro en el consumo de agua del 15%. Se llegó
a un 25% y el ejemplo de cultura ciudadana caló en la conciencia nacional. En
el 2009 Bogotá enfrentó una crisis salud pública, que llevó a la declaratoria
de pandemia a causa de la gripe A H1N1, cuando se sospechó de más de un millón
de ciudadanos contagiados, se contabilizaron 13.375 mil casos probables, se
confirmaron 1.810 contagios y fallecieron 72 personas. Estas experiencias nos
enseñaron que las crisis no solamente se superan, con ellas se crece como
ciudadanía, sostuvo la mandataria distrital.
Convencida que la
medida más acertada era sacar a las personas de las calles, las oficinas, los
centros comerciales, cines, restaurantes, escuelas y demás sitios de asistencia
masiva, López presentó una propuesta para garantizar el confinamiento ciudadano
y evitar la presencia en oficinas al máximo. En su Twitter escribió: “También
adoptamos 3 horarios diferenciales para todos los empleados del distrito: 1. De
7 am a 4:30 pm. 2. De 10 am a 7:30 pm y 3. De 12 a 8:30. Estas medidas no sólo
cuidan a los empleados del distrito y la ciudadanía, sino que permiten reducir
aglomeración en el transporte público”. Ese mismo día, haciendo eco de los
llamados de varios ciudadanos, y resaltando los ejemplos de otros países, como
Argentina, que había restringido los viajes procedentes de Europa y Estados
Unidos, Perú, Bolivia e Italia que habían cerrado sus terminales aéreas, la
alcaldesa pidió al gobierno nacional que decretara el cierre de vuelos internacionales,
y considerara la posibilidad de entablar un diálogo directo con las autoridades
de Venezuela para definir el manejo de la frontera, pues su cierre obligaba a
las personas a cruzar por trochas y pasos ilegales, sin ningún tipo de control
sanitario. El jefe de Estado, que parecía observar con recelo las iniciativas
de la alcaldesa desde la ventana de su despacho presidencial, guardó silencio.
y el país lo advirtió.
Entonces decidió
salir de nuevo al ruedo, y en un súbito cambio de opinión, Duque ordenó suspender
las clases presenciales en todos los colegios del país (públicos y privados) y
que los niños estudiaran desde sus casas durante un periodo de tiempo
indefinido. Era la misma medida que venían adoptando los gobiernos de otros
países, y era lo que la ciudadanía esperaba y exigía a través de las redes
sociales, así como impartir mayores controles de bioseguridad en el aeropuerto
El Dorado. Dos días después de este anuncio el gobierno sancionó el decreto
legislativo 417 del 17 de marzo de 2020, por el cual se declaró un estado de emergencia
económica, social y ecológica en todo el territorio nacional, medida que además
incluía el aislamiento preventivo obligatorio para personas mayores de 70 años
desde el viernes 20 de marzo hasta el domingo 31 de mayo.
No obstante, pese a
los esfuerzos del presidente, el país requería medidas más radicales. La
alcaldesa López siguió adelante con la aplicación del decreto de simulacro
(090) que limitaba la libre circulación de vehículos y personas en el
territorio del Distrito Capital entre el jueves 19 de marzo a las 23:59 y el
lunes 23 de marzo a la medianoche, a excepción de las personas y los vehículos que
cumplieran funciones indispensables, como abastecimiento y adquisición de
alimentos, productos farmacéuticos, de salud y de primera necesidad, prestación
de servicios administrativos, operativos o profesionales en áreas de salud, cuidado
institucional o domiciliario de mayores, orden público, seguridad general,
atención sanitaria o por asuntos de fuerza mayor. La gobernación de
Cundinamarca activó un plan de contingencia, Sala de Crisis, Puesto de Mando
Unificado -PMU- y habilitó la Línea 123, a la vez que los alcaldes de varios municipios
acogieron la iniciativa y se sumaron a ella en un llamado colectivo para que
las personas cumplieran con el deber del aislamiento en sus hogares y evitaran desplazarse
durante el puente festivo.
La respuesta de la
ciudadanía fue positiva, de agradecimiento, apoyo y atención. Todo marchaba muy
bien hasta que el presidente decidió sabotear la iniciativa. Alarmado con el
liderazgo que tomaba la alcaldesa, y en un intento por restarle protagonismo,
Duque, en tono desesperado, sin juego político y marginado por sus tibias decisiones,
quiso recuperar el balón a la brava, y en una actuación de “usted no sabe quién
soy y yo”, expidió el decreto 418 para dejar en claro que el manejo del orden
público para prevenir y controlar el COVID-19 estaba en cabeza del presidente
de la República.
“En rueda de prensa,
periodistas le preguntaron a la ministra del Interior, Alicia Arango, que si
esta medida tumbaría el aislamiento de Bogotá. Arango respondió que el
presidente de la República es la cabeza de las direcciones en orden público en
la emergencia por el Covid-19”[2].
Su decreto para desautorizar a los mandatarios locales, parecía afirmar que ya
no habría toques de queda ni simulacro de cuarentena ni nada, que todas las
decisiones de los alcaldes estaban sometidas a la aprobación de la Casa de
Nariño. La confusión reinó, la ciudadanía no sabía a quién obedecer y se
preguntaba si se mantenía la orden de simulacro impartida por la alcaldesa
López y los toques de queda decretados en otros municipios y departamentos del
país. Algunos periodistas reaccionaron con enojo, y en Twitter los hashtag #DuqueRenuncie
y #DuqueInepto fueron las mayores tendencias durante un par de días, junto a #YoLeHagoCasoAClaudia.
A nivel internacional el presidente fue objeto de mofa en varios medios de
comunicación.
El nuevo y apresurado
decreto, con el que claramente pretendía dar un codazo a la alcaldesa López,
indicaba “que las instrucciones, actos y órdenes que el presidente emita serán
aplicadas de manera inmediata y preferente sobre las disposiciones de
gobernadores y alcaldes. En sentido de este nuevo Decreto, las instrucciones
los actos y órdenes de los gobernadores se aplicarán de igual manera y con los
mismos efectos en relación con los de los alcaldes. Así mismo, las
disposiciones en materia de orden público que expidan las autoridades
departamentales, distritales y municipales deberán estar previamente
coordinadas con el presidente de la República y deben estar en concordancia con
las instrucciones previamente dadas”[3].
La falsedad de la
norma que negaba la autonomía de las autoridades territoriales fue denunciada
por varios congresistas y gobernantes. Y el malestar y la desconfianza
ciudadana aumentaron.
La alcaldesa que
parecía haber despertado la conciencia ciudadana sobre la gravedad de la
amenaza del virus sin caer en el pánico y la histeria colectiva, respondió con
celeridad a la nueva crisis que acababa de propiciar el jefe de Estado y salió a
todos los medios de comunicación posibles, para confirmar que el decreto 090
del 19 de marzo de 2020, con el cual se garantizaba el orden público en el
Distrito Capital, con ocasión de la Declaratoria de Calamidad Púbica, efectuada
mediante Decreto Distrital 087 del 2020[4],
se mantenía y el simulacro sería de obligatorio cumplimiento, salvando las
excepciones ya señaladas. “No estamos en
vacaciones. No podemos poner en riesgo al resto de Colombia. Al contrario.
Tenemos que quedarnos en nuestras casas y evitar que, como pasó en Italia,
cuando declararon la cuarentena, la gente se vaya a viajar y expandan el virus
al resto del país", dijo.
También advirtió que
se impondrían multas, incluso sanciones de carácter penal a quienes no acataran
estas disposiciones. “El decreto dice que el “incumplimiento acarreará las
sanciones previstas en la ley, desde amonestación hasta pena de prisión, según
lo previsto en los artículos 222 y 223 de la Ley 1801 de 2016 y el artículo 368
de la ley 599 de 2000”[5].
La medida fue replicada en Antioquia, Valle del Cauca, Tolima, Risaralda, Guaviare,
Norte de Santander, Manizales, Cundinamarca, Santander, Meta y Boyacá (incluso
este último departamento cerró sus fronteras dos días antes para proteger a la numerosa
población de adultos mayores que lo habita).
El simulacro de
Bogotá fue tan acertado como toda medida que implique romper la interacción
social, aunque no faltaron las voces críticas que señalaron que lo acertado hubiera
sido llamarlo “Confinamiento obligatorio de largo plazo”; pues al haberlo
llamado simulacro muchas personas no lo tomaran en serio, entendieran mal la
medida y optaron por evadirla saliendo de la ciudad, exponiéndose a recoger el
virus y a diseminarlo en otros municipios. López, sin ocultar sus disgusto, tomó
nuevas medidas frente a quienes interpretaron el simulacro como unas
vacaciones. “No habrá plan retorno y los peajes estarán cerrados. Esto es en
serio”, afirmó. La Terminal de Transportes de Bogotá, reportó la salida de 3.058
vehículos, con 32.296 pasajeros a bordo de los tres portales. “El miércoles se
registró una situación similar, con la salida de 33.000 viajeros en 3.220 buses”[6].
Se impusieron 86 sanciones por violar el simulacro de cuarentena.
El presidente Duque
se propuso recuperar su liderazgo perdido -si alguna vez lo tuvo- y salió con
una medida de confinamiento que innecesariamente dejaba un día por fuera de la cuarentena,
hecho que fue entendido por algunos, como un intento taimado por beneficiar a
sectores empresariales afines al gobierno nacional. Del mismo modo como anunció
el cierre del aeropuerto El Dorado para vuelos internacionales, luego del lunes
festivo, garantizando así el arribo de miles de extranjeros durante el fin de
semana porque, según dijo, se trataba de una decisión pensada con el corazón,
en consideración con los colombianos que anhelaban regresar a casa y ver a sus
seres queridos, decidió imponer una cuarentena de 19 días a partir del
miércoles 25 de marzo, dejando sin cobertura el martes 24 de marzo. El decreto
457 de 2020, “que determina las instrucciones y reglas con las que se
desarrollará el aislamiento preventivo obligatorio (cuarentena total nacional)
empezaría a regir desde las cero horas del próximo miércoles 25 de marzo en
Colombia, como medida para prevenir el contagio del nuevo coronavirus
(SARS-CoV-2)”. La alcaldesa de Bogotá, de nuevo tuvo que salir, veloz y precisa,
a enmendar el error y extender un día más la vigencia del decreto que ordenaba
el simulacro preventivo en la capital, calculando para el martes -como muchos
lo anunciaron, y como en efecto sucedió-, una avalancha de personas en la
calle, acudiendo a supermercados, bancos, portales y oficinas, en desacato a la
norma de aislamiento.
La experiencia de
Wuhan, y las recomendaciones de médicos y epidemiólogos de todo el mundo, y las
lecciones que nos dejan las tragedias que hoy viven varios países europeos,
indican que la única medida efectiva para impedir que el virus se disemine sin
control, es el distanciamiento social y la mitigación, por eso se clausuran
aeropuertos, se suspendan clases y se cancelan eventos deportivos, conciertos y
actividades culturales, y se impone el trabajo en casa. Prevenir el contagio y
el colapso en los sistemas de salud exige garantizar el menor contacto físico
posible entre personas, evitar las conglomeraciones, reducir la movilidad, los
viajes y los desplazamientos y aislar a la población. López lo entendió desde
un comienzo, y por ello insistió en que la medida de confinamiento debía ser
más amplia y rotunda, y reconoció que era fundamental atender las dificultades
económicas de las familias bogotanas.
“Sea en simulacro o en cuarentena, toda
familia tendrá techo y no tendrá que pagar servicios públicos, porque se
suspenderá su cobro, entre el 20 de marzo y el 20 de abril”, dijo la alcaldesa,
pero dos horas más tarde el presidente de la Asociación Nacional de Empresas de
Servicios Públicos y Comunicaciones (Andesco), Camilo Sánchez, salió a
descalificar la iniciativa, afirmando que esa decisión correspondía exclusivamente
a la presidencia. La gente, entre ansiosa y temerosa, miró al presidente, pero
éste guardó silencio, y la ilusión pronto se desvaneció.
El martes 24,
ignorando la extensión de la cuarentena decretada por la alcaldesa de Bogotá y los
reiterados llamados a permanecer en casa, miles de ciudadanos en distintos
municipios se comportaron como si regresaran de un largo fin de semana de
amnesia colectiva y hubieran olvidado que el virus seguía existiendo, que estaba
ahí, en la calle, al alcance de todos, y que protegerse, limitar las salidas y
evitar a toda costa los encuentros masivos era la prioridad. Ese día se vieron
estaciones de Transmilenio congestionadas, largas filas frente a los
supermercados, gente caminando por la calle como si nada distinto a su propia
urgencia estuviera sucediendo en la ciudad. Algunos congresistas consideraron
que la mejor manera para cumplir la medida, como se hace en otros países, era
militarizar las ciudades, lo que de paso evitaría los atracos masivos, ocurridos
en Santa Marta y Bogotá. Pero pronto entendimos que la desobediencia no fue solo
un tema de anarquía, vandalismo y estulticia ciudadana. La realidad del hambre
y la crisis económica que atraviesan muchos hogares obligaron a las personas a
salir de sus casas en busca su sustento y a exigir soluciones inmediatas.
Un tercio de los
hogares en Bogotá son pobres, apenas si logran sobrevivir en la informalidad
laboral (como recicladores, empleadas domésticas sin contrato ni prestaciones,
desempleados, vendedores ambulantes o personas que atendían sus pequeños negocios,
entre otros) y la suspensión de sus actividades laborales los ponía en
aprietos. Sin trabajo ni ingresos diarios no pueden pagar los alquileres ni
aprovisionarse de alimentos para resistir la cuarentena. El hambre es tan real
como la incertidumbre y la angustia, y la tragedia de la pobreza es enorme y ocurre
en todo el país. Por eso la gente salió a la calle, desafío el confinamiento y protestó,
pese a la represión de Esmad. ¡Tenemos hambre!, gritaron. Incluso, en el
municipio de Soacha y en el centro de Pereira se presentaron saqueos en
almacenes de alimentos. Todos pedían ayudas concretas para enfrentar la
pandemia, que es planetaria.
El gobierno nacional
y las autoridades territoriales vieron el hambre que antes no veían, y
entendieron que el confinamiento nos arrastraba hacia una emergencia social sin
precedentes, ante la parálisis del mercado, la reducción en la producción, la
inversión y el consumo. Sin soluciones
económicas no era viable el confinamiento. De un lado y de otro se anunciaron decisiones
y medidas de contención, pero también se presentaron nuevas colisiones.
El presidente, a
través del decreto 444, creo el Fondo de Mitigación de Emergencias, e informó
que dispondría, a manera de préstamo, de los recursos del Fondo Nacional de
Pensiones de las Entidades Territoriales (FONPET). La idea de transferir
recursos de cuentas regionales para disposición del Ejecutivo, en movidas que a
la larga benefician a la banca privada porque en el país no hay banca pública,
desató toda una tormenta política. “No nos sorprende, pero sí nos repugna:
durante la pandemia más severa del último siglo, lo único que se le ocurre al
gobierno es quitarles plata a entes territoriales para dársela a los bancos y
asaltar a los trabajadores forzándolos a retirar sus cesantías para superar la
crisis”, escribió la periodista Sara Tufano en Twitter. “¡Inaudito que el
Gobierno Nacional se aproveche de la emergencia económica para autoprestarse
recursos de los entes territoriales y dárselos a bancos y empresas!”, estalló
López a la vez que señaló que se trataba de “abuso absurdo que además disminuye
recursos que deben ser para la salud y el cuidado de la gente y los hogares”[7].
El miércoles 25 a la
misma hora, pero en distinto canal, el presidente y la alcaldesa presentaron sus
respectivos planes de contención. López anunció que insistiría ante el
presidente para evitar el pago de servicios públicos, y brindaría ayudas a
todas las familias pobres de la ciudad para que puedan abastecerse hasta el 13
de abril. También informó que se tomarán los centros de salud intervenidos para
ampliar la cobertura en la ciudad y se extenderán los plazos para pagar todos
los impuestos, incluido el predial para todos los estratos, y también presentó
una plataforma para hacer donaciones. “Con respecto al programa Bogotá
Solidaria en Casa, la mandataria aseguró que "este ingreso básico de
cuarentena lo va a poder recibir todas las familias pobres de Bogotá para
cubrir el 70% del gasto para estos 23 días", además, indicó que estas
familias recibirán $423.000, mientras que para aquellas que se encuentran en
condiciones de vulnerabilidad se les entregará $178.000.
Esto se realizará a
través de tres metodologías. La primera, es a través de consignaciones en
cuentas bancarias que se comenzarán a hacer el próximo sábado. A quienes no
alcancen a hacer el enrolamiento financiero, se les entregarán bonos canjeables
en supermercados, mientras que para los más vulnerables y aquellos que no
aparecen en las bases de datos, ni los censos, "se les entregará subsidios
en especie, para lo que vamos a contar con el apoyo de la Cruz Roja, Makro,
Carulla, Éxito y Alkosto", dijo López”[8].
Duque por su parte, a
través de su gabinete ministerial, ofreció auxilios a quienes no pertenecen a
programas sociales, minimizar los casos de despidos por parte de las empresas,
auxilio adicional para los mayores de 70 años desde el mes de abril, aplazamiento
del pago de parafiscales. Y propuso adicionar recursos a programas ya
existentes, como familias en acción o Colombia mayor, pasando de tres millones
de beneficiarios a seis, a través de transferencias directas y subsidios. Todas
estas iniciativas son bienvenidas, pues si no se atiende la emergencia social no
puede garantizarse la cuarentena, pero es fundamental que las decisiones de los
gobiernos territoriales y del gobierno nacional se armonicen y no choquen entre
sí. Ello generaría mayor confianza y tranquilidad, y ayudaría a la optimización
de los recursos.
La rivalidad entre
autoridades por liderar el proceso de reajuste social, sanitario y económico, y
ofrecer una respuesta acertada y oportuna, capaz de serenar a la población, en
medio de una experiencia totalmente novedosa, miedosa, dolorosa y de proporciones
colosales, genera confusión e inseguridad ciudadana. En España esa competencia
entre los ministerios de economía y gasto social, profundizó a crisis económica
cuando se aproximaba la crisis sanitaria. En momentos de crisis es imperativo
que las personas se sientan seguras, tranquilas y confiadas en que las cosas
saldrán bien y la crisis será superada del mejor modo y al menor costo posible
porque al frente hay una persona sensata tomando decisiones sensatas, pensando
en el bienestar de las personas y anteponiendo a cualquier interés, el deber de
salvar vidas humanas. Ese liderazgo lo viene asumiendo la alcaldesa de Bogotá,
por momentos el alcalde de Santa Marta o el de Chía, entre otros, pero es
indispensable que el país sienta que hay una unidad de mando, que el Gobierno Nacional
y los gobiernos locales son aliados y pueden reconocer claramente su prioridad
en un momento de riesgo inminente o de profunda alteración.
Millones de
colombianos nos preguntamos: ¿Como se sostendrán las familias trabajadoras obligadas
a una cuarentena que podría extenderse durante meses? Los auxilios, las
transferencias, la solidaridad tienen límites y en algún momento se agotarán, y
en ese momento lo más seguro es que el virus siga amenazando la vida, pero la pobreza
también. Los gobiernos están diseñando planes de atención prioritaria para la
población más vulnerable, pero quienes se ubican en un estrato superior también
verán su estabilidad y economía amenazadas ante la imposibilidad de atender sus
negocios, realizar sus eventos y gestionar recursos, acudir a sus trabajos o
cobrar sus salarios, y no serán beneficiados con esas medidas, con lo cual su
futuro se hace más incierto que nunca. La
realidad es que sin trabajo no hay recursos, y sin dinero nadie puede cumplir
con sus responsabilidades ni pagar cuotas crediticias, servicios públicos, mensualidades
de administración, ni siquiera cubrir los gastos básicos de manutención. Pero
no solo eso. La pandemia seguirá avanzando, se registraran nuevos casos cada día,
se tendrán que realizar más pruebas y a mayor velocidad, en algún momento habrá
que ampliar la red hospitalaria, crear nuevas Unidades de Cuidado Intensivo
(UCIs) que no son simples camillas instaladas en un parqueadero o en un
pabellón de Corferias, contratar todo el personal médico y administrativo
disponible, financiar respiradores artificiales, así sean creados en impresoras
3D, como vienen haciendo a bajo costo ingenieros españoles, improvisar funerarias,
cremaciones y entierros. El desafío es enorme y aún no tenemos respuestas para
todas las preguntas.
En otros países, que
también enfrentan las mismas disyuntivas, sus gobiernos optaron por reducir las
tasas de interés a cero, suspender el pago de hipotecas, diferir impuestos y
prometer mediante préstamos, liquidez ilimitada a las empresas, en un programa
de garantías de la banca pública para préstamos sin un tope máximo, como en
Alemania o rebajar las cotizaciones sociales y permitir el pago escalonado de
contribuciones sociales de las empresas como decretó el gobierno francés. Pero
lo cierto, es que todo es experimental y nadie sabe si funcionará ni que
sucederá con las economías de los países; la realidad nos desbordó, y varios organismos
internacionales advierten que estamos muy cerca de una recesión económica
global que golpeará duramente el empleo.
La solidaridad debe
ser hoy más que un lema y los sacrificios deben ser reales, aunque ello tampoco
sea suficiente. No se trata más de amordazar el grito de la miseria durante dos
semanas. La banca tendrá que sacrificarse y no exigir pagos por créditos, los
arrendatarios tendrán que sacrificarse -cuando su manutención no dependa de la
cuota- para no esperar pago de alquileres, y el Estado tendrá que modificarse y
pagar los servicios públicos de millones de ciudadanos, como propuso la
alcaldesa de Bogotá. Solo con una
política de ayuda económica efectiva y concreta, tanto para familias como para
empresas, bien sea a través de la exoneración de deudas, créditos blandos,
financiación solidaria, etc., será posible mantener a flote nuestro sistema y
garantizar que el confinamiento pueda realizarse de manera masiva. Tal vez así logremos
sobrevivir como especie, y sostener nuestras sociedades.
Esta crisis, la más
profunda que ha experimentado el mundo contemporáneo, exige reformas profundas,
novedosas, y pensadas en el marco de una nueva realidad planetaria, pues
claramente ningún país saldrá indemne de esta tragedia, que amenaza la
supervivencia de una gruesa franja de la población y de nuestro sistema de vida.
La barrera sanitaria, la contención y el
confinamiento son hoy la prioridad, como lo enseñan los países en los que
empieza a verse una luz al final del túnel, pero es solo una fase para el
reajuste de lo que vendrá después. Una vez superada esta crisis -tal vez la más
oscura y letal de la globalización, pero no la última- nada volverá a ser igual,
y tal vez seamos testigos y artífices forzados de la configuración de un nuevo
orden mundial.
En este presente
incierto, nuestro mejor recurso es el humanismo. Actuar con generosidad,
conciencia, desprendimiento, empatía y valor humano ya no es una opción o una
elección circunstancial, es la única alternativa y la última oportunidad que
tenemos para poder sobrevivir.
Nota// El Papa
Francisco llamó a todas las familias del mundo a unirse en oración para recibir
la indulgencia plenaria el próximo 27 de marzo. Seamos católicos o no, unirnos
en oración podría dar un poco de sosiego a nuestras almas.
[1] La
administración, operación y explotación comercial fue adjudicada a la empresa
Opain. S. A, que opera como concesionaria del Aeropuerto, y pertenece al Grupo
Argos, con el 65% de sus acciones, grupo que a su vez es propiedad del Grupo
Empresarial Antioqueño.
[2] RCN
Radio; “Simulacro de aislamiento sí fue coordinado con el presidente: Claudia
López”. Bogotá, 18 de marzo de 2020. Consultado en:
https://www.rcnradio.com/bogota/simulacro-de-aislamiento-si-fue-coordinado-con-el-presidente-claudia-lopez
[3] Consultor
Salud; “Presidente asume el manejo del orden público por el Covid-19 – decreto
418 de 2020”. Bogotá, 19 de marzo de 2020. Consultado en:
https://consultorsalud.com/presidente-asume-el-manejo-del-orden-publico-por-covid-19-decreto-418-de-2020/
[4] El decreto, afirma que el
15 de marzo del 2020, en sesión del Consejo Distrital de Gestión de Riesgos y
Cambio Climático, al analizar la situación que se viene presentando en la
ciudad por el riesgo de contagio del COVID-19 y atendiendo los criterios para
la declaratoria de desastre y calamidad pública establecidos en el artículo 59
de la Ley 1523 de 2012, particularmente lo consagrado en su numeral séptimo, el
Consejo emitió concepto favorable atendiendo la inminencia de calamidad pública
que puede generarse en el Distrito Capital.
[5] Revista Semana; “Simulacro
en Bogotá: se mantienen las medidas de Claudia López”. Bogotá, 19 de marzo de
2020. Consultado en:
https://www.semana.com/nacion/articulo/simulacro-en-bogota-se-mantiene-las-medidas-de-claudia-lopez/657660
[6] El
Espectador; “Casi 32.300 personas salieron de las terminales de Bogotá previo a
simulacro de aislamiento”. Bogotá, 19 de marzo de 2020. Consultado en:
https://www.elespectador.com/noticias/bogota/mas-de-28000-personas-salieron-de-las-terminales-de-bogota-previo-al-simulacro-articulo-910227
[7] El
País; “La gestión de la crisis en Colombia enfrenta los liderazgos de Iván Duque
y Claudia López”. Por Francesco Manetto. México, 24 de marzo de 2020.
Consultado en:
https://elpais.com/internacional/2020-03-24/la-gestion-de-la-crisis-en-colombia-enfrenta-a-los-liderazgos-de-ivan-duque-y-claudia-lopez.html
[8] Revista
Semana; Se entregarán $423.000 a las familias más pobres de Bogotá durante la
cuarentena”. Bogotá, 25 de marzo de 2020. Consultado en:
https://www.elespectador.com/noticias/bogota/el-ingreso-basico-de-cuarentena-lo-van-recibir-todas-las-familias-pobres-de-bogota-claudia-lopez-articulo-911019
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