*La política no es un negocio. No votemos por los mercaderes de la democracia*

 


El verdadero legado, el que perdura, nos trasciende, hincha el alma y nutre los corazones, no está en las miles de hectáreas y hectáreas de tierras acumuladas, ni en bienes, inmuebles, autos de alta gama, trapitos de renombrado diseñador, piedras y metales de arbitrario valor. No. El legado importante, el que prevalece más allá del tiempo y la vida, es el ejemplo de generosidad, decencia y dignidad, el dar a quienes más necesitan, proteger a quienes más sufren y cambiar su destino con acciones concretas (solidaridad en acción, como dice Piero), decisiones políticas audaces y una agenda social robusta y eficaz. Los políticos que usan el poder para acaparar no merecen ser elegidos, ni votados, solo botados.
No he visto aun el primer político de derecha, multimillonario, porque casi todos los son, sobreponiendo a sus intereses personales el bienestar de su pueblo, ni que decida, por ejemplo, entregar las tierras que no necesita -y acumula neciamente en un país de desposeídos- a una comunidad despojada, o donar sus bienes a las víctimas de los malos gobiernos y de la guerra o de la violencia endémica, o a la nación para goce colectivo, ni he visto que con sus propios recursos emprenda acciones puntuales para mejorar la vida de los más vulnerables y garantizar un mejor futuro a los millones de niños y niñas que nacen bajo cero, en hogares famélicos, sin garantías, sin derechos, y crecen entre el hambre, la tristeza y la falta de oportunidades. No lo he visto. Todo lo contrario. Los veo, como a Uribe, acaparando tierras, tierras y tierras, torciendo la ley para correr la cerca y adueñarse de más y más baldíos, usando el poder político para impulsar proyectos que valoricen sus predios, haciendo del gobierno una empresa para el propio lucro, manejando cuentas en el extranjero para no pagar impuestos, de hecho evaden pagar a la DIAN lo que deberían y sus decisiones de gobierno van orientadas a provocarse más riqueza para los suyos, incluso para las mafias criminales que matan y causan tanto daño. Los veo agitando su vanidad en los estrados del poder, indolentes al padecer de los más humildes y reprimiendo el grito de dolor de quienes más sufren la falta de Estado, de gobernantes con visión de país y de justicia social. Estos politiqueros sin escrúpulos que abusan de la gente y de la confianza que se les ha brindado no merecen ser elegidos, nunca más, de hecho deben ser expulsados a través del retrete de la historia, y sus nombres proscritos o ubicados en el deshonroso lugar que merecen para que su mal ejemplo nunca se repita.
Hoy el hastío nos puede; la pandemia nos abofeteó y visibilizó la decadencia moral de esos negociantes de turno, su insoportable desidia moral y su indiferencia. Y por ello, y por mucho más, esta vez serán derrotados en las urnas, porque nosotros, la gente que carga el país sobre cansados hombros, nos cansamos de llorar esta mala suerte impuesta por mandato presidencial. La pobreza no es un dictamen divino ni un castigo ni un karma. Es el resultado de las malas decisiones políticas. Como dice Piketty, la desigualdad es una opción política que se basa en una ideología deficiente.
Esta vez, no pasarán. No seguiremos más en la cuerda floja de la historia. Nuestras niñas y niños merecen un porvenir seguro, radiante, pleno y feliz. Vamos Colombia por el CAMBIO.
//Foto de Vanguardia Liberal

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