Simbolismo en la posesión presidencial



La posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia y de Francia Márquez como vicepresidenta, quizás haya sido el acto político más emotivo y poético al que asistimos buena parte de la sociedad colombiana en los últimos años; tal vez desde la firma del Acuerdo de PAZ de 2016, no habíamos sentido tal contagio de esperanza y tanta confianza -aunque no exenta de temores- en un futuro prometedor.

Desde diferentes ángulos, ondeando una u otra bandera política o ninguna, algunos analistas han querido explicar lo que en términos sociales, políticos, culturales, democráticos o históricos significa este giro en el rumbo de Colombia. La llegada de la izquierda progresista al poder central, con un enfoque anti establecimiento -motivado por la pérdida de confianza ciudadana en los políticos y en los partidos tradicionales-, una agenda de gobierno popular, comprometida con la imperiosa tarea, postergada durante décadas, de vencer la escandalosa desigualdad social, el hambre, la violencia, la exclusión social y política, la injusticia económica, la depredación ambiental, la impunidad y la indolencia como política de Estado, e interesada en traer bienestar, paz y opciones reales de equilibrio social, armonía ecológica y desarrollo humano, propone un rotundo cambio de paradigma, que el gobierno Petro viene anunciando a través de un universo simbólico, cargado de significados. 

La imposición de la banda presidencial 

Durante el acto de posesión, que se vivió como una fiesta multicolor en la Plaza de Bolívar de Bogotá, con la presencia de más de quince mil ciudadanos y transmisión en directo a varios países latinoamericanos, el presidente del congreso, el senador Roy Barreras, pasó al escenario, tomó juramento al nuevo jefe de Estado en medio de conmovedores gritos de “si se pudo”, y cuando se alistaba la banda presidencial, realizó lo que muchos calificaron como un verdadero acto de justicia histórica. “Llamo ahora a una hija de la izquierda -dijo-, a una hija de la historia, de esa historia que fue interrumpida por las balas asesinas, pero que gracias a que usted (dirigiéndose a Petro) encarnó esa voluntad, hoy retoma el cauce. Senadora María José Pizarro”.  Más allá de los méritos de la congresista, que son varios, haber llamado para imponer la banda presidencial al primer presidente de izquierda en Colombia, a la hija del ex comandante del M-19 Carlos Pizarro Leongómez, firmante de la paz y candidato presidencial con reales opciones de triunfo, asesinado en plena campaña electoral al interior de un avión que partiría de Bogotá hacia Barranquilla, el 26 de abril de 1990, fue un acontecimiento memorable y emotivo. Se sintió como un acto de verdadera justicia histórica; como un gesto de renovación política. 

La espada de Bolívar 

No se trataba de un tema menor ni de un capricho o de un acto de autoritarismo o revanchismo. La espada simboliza la fuerza y resistencia de nuestro pueblo, y en su hoja fue tallado el camino hacia la libertad. En enero de 1974, la guerrilla M-19, que se había presentado al país pocos años atrás con una campaña publicitaria de expectativa y acciones de enorme simbolismo, decidió asaltar la Quinta de Bolívar, para “recuperar” la espada del Libertador. Tras el operativo, liderado por el comandante Álvaro Fayad, conocido como “el turco”, los guerrilleros dejaron escrita una proclama en la vitrina donde antes reposaba la espada, diciendo: “Bolívar, tu espada vuelve a la lucha”. Si bien el “robo” fue un acto simbólico de oposición al gobierno del conservador Misael Pastrana, elegido con fraude, y un mensaje al pueblo excluido y oprimido, su presencia en el acto de posesión, su insistencia para que estuviera como invitada de honor, con todo lo que es, fue y simboliza para el nuevo mandatario y para la historia de Colombia, representa la promesa de alcanzar esa justicia y esa paz que han sido tan esquivas en nuestra tierra.  Las decisiones y palabras de Petro, una vez asumió su cargo, serán recordadas como los acontecimientos más hermosos jamás ocurridos en una posesión presidencial. Su emotiva intervención, cuando con voz serena pero firme, emitió su primera orden de gobierno, en el instante en que se alistaba su vicepresidenta a tomar juramento, fue uno de esos momentos memorables: “Como presidente de Colombia solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar. Una orden del mandato popular y de este mandatario…”, dijo, y la ovación fue estremecedora. 

Ricardo Silva Romero retrato ese momento en su columna de opinión del pasado 7 de agosto: “Tiene que estar allí la espada de Bolívar, aunque el gobierno saliente se niegue a prestarla, aunque Petro se vea obligado a pedirla un minuto después de ser llamado “presidente”, aunque cada colombiano se tome el símbolo a su modo, porque se están cumpliendo treinta años ya de aquella paz que fue a dar a la premonitoria Constitución de 1991: porque esta presidencia puede ser la prueba reina de que no hemos sido un país en vano”[1].

 “Hasta que la dignidad se haga costumbre” 

Tradicionalmente, los juramentos de posesión se realizan en concordancia con lo que establece la Constitución Política de Colombia, que indica, tanto para el Presidente de la República como para la vicepresidenta, que han de actuar ante el Congreso y prestar juramento en los siguientes términos: "Juro a Dios y prometo al pueblo cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia". Cuando Petro tomó el juramento de Francia Márquez, ella cumplió con lo establecido, pero luego agrego: “También juro ante mis ancestros y ancestras, hasta que la dignidad se haga costumbre”. Tener la osadía de modificar este acto formal ante el pueblo, fue un mensaje de inclusión social y de autonomía política muy consecuente con lo que es y representa la llegada de una agenda de izquierda al poder. Su pequeño o enorme acto de irreverencia, además de sonrisas y aplausos, simbolizó la resistencia a las formas imperantes y a la tradición que han subyugado y sometido con terror a la comunidades de los amplios y verdes territorios de donde proviene la misma vicepresidenta, Francia Márquez. 

Un piano que le canta a la vida

Anunciado el receso de diez minutos, que finalmente se convirtió en casi treinta a la espera del arribo de la Espada de Bolívar, se llamó a la filarmónica, integrada por músicos de todas las orquestas y bandas sinfónicas del país, entre ellas el Coro Filarmónico Juvenil, el Coro del Conservatorio de la Universidad Nacional y el Coro Hijas e Hijos de la Paz, para que acompañara la pausa, mientras iniciaba la intervención del mandatario. Fue entonces cuando las consignas revolucionarias se apagaron bajo el piano inesperado de la maestra Teresita Gómez, quien desde algún punto de la ciudad tuvo que improvisar en vivo, demostrando que es una leyenda viva. Fue un momento tremendamente emotivo que simbolizó la justicia histórica para una víctima de los abusos del Estado. Su hija, la también música Mirabay Montoya, recordó lo padecido en un texto publicado algunos años atrás en la revista Cromos, con estas palabras: “Me tocó ser testigo de momentos difíciles, como las vicisitudes a las que se enfrentó como artista liberal en plena década del setenta. Yo tenía nueve años. Acabábamos de regresar de Cuba tras un intercambio cultural en La Habana —allí se había reunido con Pablo Milanés en La Casa de Las Américas—.  Entonces, Turbay Ayala intentó meterla presa y estuvo detenida en la Cuarta Brigada acusada de ser activista del M 19. Querían darle 40 años de prisión. Con ayuda de contactos, la dejaron en libertad”[2].

La revista Cambio habló sobre lo ocurrido durante la posesión, señalando que Teresita Gómez, la gran pianista y maestra antioqueña había jugado un papel inesperado. “Mientras traían la espada de Bolívar, ella enfrentó sola, sin partituras, un repertorio que no había ensayado ante una cantidad de público que solo se ve en un festival de rock. 

Ella estaba allí como parte de los músicos que iban a interpretar el himno nacional. “Yo estaba muy feliz de estar en la posesión del maestro Petro para tocar el Himno Nacional con la orquesta, pero yo no estaba avisada para tocar sola”, dijo.

Lo primero que tuvo que hacer fue pensar qué tenía en su archivo, en la cabeza, que pudiera interpretar sin necesidad de una partitura y que fuera adecuado para la ocasión. “La partitura que estaba encima del piano era del Himno Nacional, que lo íbamos a tocar al final, pero seguramente por la demora de la traída de la espada no se alcanzó a hacer”. 

Se decidió por el pasillo Hacia el calvario, con música del compositor antioqueño Carlos Vieco, y por el Segundo Nocturno Opus 9, de Federico Chopin.

Ella jamás había tocado frente a semejante cantidad de público, como si fuera la estrella que cierra una jornada en Rock al Parque o el festival Altavoz, en Medellín. El mayor número de espectadores ante los que había tocado son los que caben en el auditorio León de Greiff, de la Universidad Nacional, el de la Universidad Jorge Tadeo Lozano o en el teatro Metropolitano de Medellín. “Yo no había estudiado nada para tocar en ese momento como solista”. Sin embargo la emoción de participar de ese momento y de poder cubrir esa espera la llenó de serenidad. Se olvidó de los nervios y del susto, que le dieron paso a un estado de absoluta concentración. Hasta tal punto, que decidió tocar el Nocturno de Chopin un poco más lento de lo habitual. “Eso no alteraba para nada la partitura pero daba más tiempo para que trajeran la espada”. Para ella fue un momento único. No solo por haber podido tocar las dos piezas de manera impecable a pesar de estar en una circunstancia muy adversa para un músico, sino también por haber podido participar de un momento histórico”.[3]

Muchos símbolos estuvieron presentes en el acto de inicio del nuevo gobierno, desde los trajes utilizados por las figuras más sobresalientes del evento, como por algunos invitados especiales que aprovecharon la ocasión para destacar el talento de jóvenes diseñadores colombianos, y enunciar en sus prendas, lo que se espera o se promete en este nuevo mandato, como en el caso de una de las hijas del presidente Petro, en cuyas mangas de su chaqueta color violeta se leía: “Justicia Social”.

Lo símbolos del nuevo gobierno revelan mucho sobre lo que el mandatario se ha propuesto lograr y comunicar tanto al país como al mundo. Nada parece arbitrario. Incluso cada nombre elegido para integrar su gabinete es una reivindicación histórica con una importante carga simbólica. Nombrar, por ejemplo, a Iván Velásquez Gómez, un reconocido ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia, responsable de investigar la llamada parapolítica, defensor de derechos humanos y exjefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, como ministro de Defensa, dice mucho sobre las reformas de fondo que se podrían implementar en las Fuerzas Militares y de Policía, pensando más en una milicia orientada hacia la paz que hacía la guerra. La designación de Patricia Ariza, mujer de origen campesino, desplazada en su infancia por la violencia, dramaturga, militante de izquierda comprometida, sobreviviente del genocidio de la Unión Patriótica, nadaista, fundadora del Teatro La Candelaria y Directora del Festival de Mujeres en Escena por la Paz, al frente del ministerio de Cultura es otro acto simbólico que enseña la conciencia del mandatario sobre las deudas históricas que nunca antes ningún gobierno se atrevió siquiera a reconocer. Elegir al conservador de izquierda, experto en paz y conocedor como nadie de la historia, causas y complejidades del largo conflicto armado colombiano, Álvaro Leyva como ministro de Relaciones Internacionales indica que hay una agenda muy importante en materia de paz, a través de la cual se podrían liderar temas estratégicos a nivel global, como desarrollo de energías renovables, protección de la amazonia: pulmón del planeta, defensa de los Derechos Humanos y política antidrogas, entre otros asuntos de interés bilateral. Es claro que en Colombia no es posible hablar de procesos de paz sin citar de Álvaro Leyva Durán, y si el anterior gobierno se propuso hacer trisas los acuerdos de Paz, el actual va por más procesos, más diálogos y por una paz total. Asimismo, elegir a una experta en el tema sindical como cabeza del ministerio del Trabajo es un sueño hecho realidad para muchos. Gloria Inez Ramírez fue militante del Partido Comunista y de la Unión Patriótica, presidenta de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE), miembro destacada de la CUT, sindicalista y exsenadora, y su solo nombramiento al frente de esta cartera nos permite inferir cuales serán las eventuales reformas laborales y pensionales que hará y cuál será el grado de incidencia de las centrales obreras en un nuevo Estatuto del Trabajo. Sin duda se trata de un gabinete que simboliza tanto la justicia como el cambio con enfoque de paz. 

Petro sabe bien que los símbolos son elementos claves en la comunicación, que representan y dan cuerpo a las ideas, y que son esenciales en el desarrollo social, político y cultural de los pueblos, y en el posicionamiento de un discurso. ‘El ser humano es un animal simbólico’, afirmaba el filósofo del movimiento neokantiano Ernst Cassirer, porque es capaz de representar y comunicar su experiencia venciendo el límite del mundo humano para imaginar un mundo posible. Del animal político de Aristóteles, que crea sociedades, hemos pasado al humano que fabrica, procesa información, interpreta, imagina, crea y recrea la realidad desde un universo simbólico que traduce la experiencia humana y da mayor consistencia a la propuesta política.   

Hoy vamos de la fractura a la unidad, de la guerra a la paz total, del miedo a la política del amor, del olvido a la memoria, del silencio a la palabra viva. Un gobierno de cambio, como el actual, tiene que realizar y simbolizar la paz.  Y lo está haciendo bien.


[1] El País; “La espada de Bolívar”. Por Ricardo Silva Romero. Bogotá, agosto 7 de 2022. Ver en: https://elpais.com/america-colombia/2022-08-08/la-espada-de-bolivar.html

[2] Revista Cromos; “Teresita Gómez, la pianista guerrera”. Bogotá, 8 de marzo de 2018. Ver en: https://www.elespectador.com/cromos/vida-social/teresita-gomez-la-pianista-guerrera/

[3] Revista Cambio; “El momento estelar e inesperado de Teresita Gómez”. Sección Cultura. Bogotá, 8 de agosto de 2022. Ver en: https://cambiocolombia.com/articulo/cultura/el-momento-estelar-e-inesperado-de-teresita-gomez

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