El hombre de atrás (I)
¿Quién ordena espiar en Colombia?
"La historia ocurre dos veces: la
primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa"
Carlos Marx
Hoy cuando deberíamos estar dando debates
profundos y novedosos, orientados a profundizar y ampliar espacios democráticos,
consolidar la realización de un Estado de derecho, como promete la
Constitución, y avanzar aún más en el reconocimiento de derechos políticos y
libertades civiles, volvemos a las oscuras prácticas del pasado, como si
fuéramos una rueda anclada en el lodo de la historia. La persecución política,
el uso de los aparatos y los recursos del Estado (incluso de otros países) para
perseguir, violar derechos, estigmatizar, espiar y amenazar siguen vigentes en
el país, y lo que es peor, nunca dejaron de estarlo. ¿Por qué repetimos como en
un oscuro Déjà vu las mismas acciones deleznables de hace un año, de hace
seis o de hace once?
Hoy Colombia parece estar más cerca de una
dictadura civil que de una genuina y real democracia, y ello debería ser motivo
de alarma nacional.
Así como hace un año, luego del arbitrario despido
del periodista Daniel Coronell, la revista Semana sacó de su alacena de
noticias congeladas, una investigación que respondía a la denuncia hecha por The
New York Times el 18 de mayo de 2019 sobre el retorno de la práctica
criminal de los ‘falsos positivos’, ahora, tras la segunda despedida del mismo
periodista del mismo medio, Semana revela un nuevo caso de espionaje y
persecución a varios ciudadanos nacionales y extranjeros.
El 1 de mayo de 2020, bajo el titular “Las
carpetas secretas”, Semana informó que “algunas unidades del Ejército
ejecutaron durante varios meses uno de los casos de espionaje más delicados en
la historia reciente del país. Entre febrero y los primeros días de diciembre
del año pasado, las actividades de más de 130 ciudadanos fueron blanco de lo
que los militares llamaron “perfilaciones” y “trabajos especiales”.
En esas misiones, por medio de herramientas
informáticas y de software, realizaron búsquedas y recolectaron masiva e
indiscriminadamente toda la información posible de sus objetivos para elaborar
informes de inteligencia militar. Teléfonos, direcciones de residencia y
trabajo, correos electrónicos, amigos, familiares, hijos, colegas, contactos,
infracciones de tráfico y hasta lugares de votación forman parte de estos
perfiles”[1].
Entre las víctimas se cuentan defensores de
derechos humanos, miembros de organizaciones sociales, políticos de oposición o
incomodos al régimen, periodistas, sindicalistas, líderes sociales y miembros
de las fuerzas armadas. Varios de ellos se habrían convertido en objetivos de
vigilancia por investigar violaciones a los derechos humanos, crímenes de
Estado o por haber denunciado, documentado, o representado a familias de
víctimas de asesinatos extrajudiciales, y por revelar otros graves abusos, como
lo sostuvo la organización internacional Wola.
“Entre quienes fueron monitoreados ilegalmente se
encuentran periodistas estadounidenses veteranos, así como aliados de WOLA que
incluyen el defensor de tierras César Jerez y el Colectivo de Abogados José
Alvear Restrepo (CCAJAR), una organización no gubernamental que ha representado
a familias de víctimas asesinadas ilegalmente por miembros del ejército, y el
líder indígena senador Feliciano Valencia”[2].
En este listado también se cuentan los nombres de 34 periodistas, entre quienes
figuran Ginna Morelo y Karem Racines (Liga contra el silencio de la Fundación
para la Libertad de Prensa (FLIP)), Juan Forero (The Wall Street Journal),
Ignacio Gómez (Noticias Uno), Yolanda Ruiz (columnista de El Espectador y RCN
Radio), María Alejandra Villamizar (Caracol), etc., etc., etc.
En su última columna publicada en El Espectador, Yolanda
Ruiz pregunta: “¿qué temen? ¿Por qué la inteligencia militar se toma ese
trabajo con periodistas y defensores de derechos humanos? ¿Qué tienen ellos
para ocultar? ¿Por qué le temen al trabajo que hacemos como para convertirnos
en objetivo de investigación?[3]
Y afirma tener miedo, aunque nada teme. “Varios me dijeron: el que nada debe
nada teme. Es cierto que nada debo, pero sí temo. Porque en Colombia los que
nada deben son amenazados, chuzados, hostigados, deshonrados, matoneados,
desplazados y… asesinados”. Tiene razón en temer y en preguntarse en qué
momento o desde hace cuánto la prensa que investiga y es rigurosa con su labor
informativa se convirtió en una amenaza para el gobierno o el poder de turno.
El espionaje ilegal y las investigaciones poco concluyentes
no son novedad en el país. “En el 2011
el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), la ahora extinta agencia de
inteligencia colombiana, fue desmantelada después de conocerse en el 2009 que estaba
escuchando ilegalmente y monitoreando las actividades de líderes de la sociedad
civil, jueces, y políticos. Las recientes revelaciones de Semana plantean la
pregunta: ¿Por qué este es un problema recurrente en Colombia? ¿qué debe
suceder para asegurar que aquellos responsables rindan cuentas y para que
finalmente se implementen reformas necesarias a la inteligencia del ejército
colombiano y su doctrina militar?”[4]
Muchas preguntas surgen en medio de esta coyuntura:
¿Por qué unos periodistas son espiados, que temas investigan, que ideología
política tienen, porque son percibidos como amenaza y quien les teme? ¿Cuál es el pretexto que se emplea para armar
una costosa y sofisticada red de espionaje y actuar bajo un imaginario de
legalidad? ¿Esta práctica, propia de estados represivos y dictatoriales, y
totalmente insostenible en una verdadera democracia, surgió bajo el llamado
periodo de la democracia restringida, o a la sombra del “Estado comunitario”
que promovió Uribe en el 2002? ¿Cuántas unidades militares están involucradas? Y
de nuevo la pregunta que nadie ha podido o querido responder: ¿Quién dio la
orden?
En el editorial del pasado 8 de mayo, el diario
estadounidense The New York Times afirma: "Colombia necesita
abordar no solo los malos manejos en sus Fuerzas Armadas cuando se denuncien,
sino la cultura del abuso y la sensación de estar por encima de la ley que
sigue infectando al Ejército. Tiene poco sentido denunciar las violaciones de
los derechos humanos y al mismo tiempo nombrar a un oficial con la historia del
general (Nicacio) Martínez Espinel para dirigir el Ejército"[5].
Martínez que, contra viento y denuncias sobre su presunta responsabilidad en más
de 75 ejecuciones, conocidas como ‘falsos positivos’ cuando estuvo al frente de
la Décima Brigada Blindada, y de querer revivir esas prácticas criminales entre
las tropas a través de un manual, fue ascendido a comandante general de cuatro
soles del ejército el 7 de junio de 2019, pero seis meses después, de manera
sorpresiva, el presidente anunció su retiro arguyendo razones personales. Nadie
lo creyó. Parecía que la basura bajo la alfombra amenazaba con desbordarse, y
que tarde que temprano el ignorado prontuario de Martínez tendría un costo
político impagable para un gobierno tan desdibujado como el actual. En su lugar
fue nombrado otro cuestionado mando militar, el general Eduardo Enrique
Zapateiro Altamiranda, comprometido en graves violaciones a los derechos
humanos, como lo denunció el movimiento de víctimas crímenes de Estado, al
recordar la desaparición forzada de Jaime Enrique Quintero Cano, ocurrida el
nueve de marzo de 1995” [6].
Desde la publicación por Semana del informe sobre
el último evento masivo de espionaje conocido, 11 funcionarios militares han
sido retirados del servicio. La Fiscalía General dijo estar investigando al
general Nicacio Martínez y al parecer la Oficina del Inspector General también
abrió su propia investigación. Eso está
muy bien; que los investiguen por estos hechos es lo mínimo, pero también
deberían ser investigados por sus omisiones (en el mejor de los casos), que
significan la muerte de miles de ciudadanos, la cooptación mafiosa de autoridades
en los territorios, consolidación de alianzas criminales, anomia social y
perpetuar un costoso estado de convulsión permanente.
Es preocupante que un país inmerso en una
genocidio contra líderes sociales, un plan sistemático de exterminio contra ex
combatientes desmovilizados bajo el acuerdo de paz de 2016, un etnocidio en el
Cauca, que enfrenta tantos problemas de orden público y la amenaza constante de
estructuras armadas y agrupaciones mafiosas en buena parte del territorio
nacional, así como una peligrosa proliferación de armas en la ilegalidad, en
vez de destinar sus recursos de inteligencia para investigar y desarticular las
redes de crimen organizado y garantizar una sólida presencia estatal en
territorios bajo control de grupos armados, destine sus recursos a perseguir
opositores del gobierno de turno. “La inteligencia también debe utilizarse
cuando sea apropiada para apoyar las investigaciones de la Procuraduría General
de la Nación sobre los asesinatos de defensores de derechos humanos y líderes
sociales. En cambio, lo que los informes de Semana revelan es que la
inteligencia militar tiene como objetivo a los reformistas y a la prensa libre.
La perversidad de esto no puede ser subestimada”, concluyó WOLA.
Para el diario The Wall Street Journal es
también altamente preocupante que las herramientas utilizadas en la misión de
espionaje incluyan dispositivos de escucha y otros equipos suministrados por
los Estados Unidos para combatir “a las guerrillas marxistas y los traficantes
de droga”, no para espiar periodistas, opositores políticos y figuras públicas.
“Es especialmente irritante que los recursos suministrados por los Estados
Unidos para combatir el tráfico de drogas a los Estados Unidos se usen para
espiar a los periodistas estadounidenses. El Pentágono también debe abordar
cómo supervisa su ayuda. Pero el estado de Colombia como uno de los principales
aliados de Estados Unidos en la región está en juego. Por su propio bien y por
su futuro, Colombia necesita asegurarse de que su ejército cumpla con estrictas
reglas de comportamiento”[7].
Una cosa es que los recursos nacionales, los que se logran con el tiempo y el
trabajo de millones de ciudadanos terminen desviados a cuentas particulares,
práctica de corrupción naturalizada en el país, y otra muy distinta es que los
del imperio se destinen –¡y se sepa! - a la violación de derechos y el
espionaje ilegal.
En la comisión segunda el Senado se realizó un
debate sobre este nuevo escándalo. El senador Iván Cepeda se refirió a nueve
generales de la República (la mayoría en retiro), que tendrían relación con los
'perfilamientos' y espionaje que se venía haciendo desde el Ejército. Los
generales denunciados fueron Jorge Humberto Jerez Cuéllar, Eduardo Quirós,
Gonzalo García Luna, Adelmo Fajardo, Juan Pablo Rodríguez, Jorge Horacio
Romero, Diego Luis Villegas Muñoz, Mauricio Moreno y el Nicacio Martínez,
excomandante del Ejército, investigado también por delitos de corrupción.
Cepeda también anunció que interpondrá acciones
legales contra algunos dirigentes uribistas que tendrían conocimiento de estos
hechos y eran informados acerca de las interceptaciones realizadas. “Vamos a denunciar al doctor Rafael Nieto
Loaiza por los presuntos delitos de violación ilícita de comunicaciones y
concierto para delinquir, también vamos a denunciar a los nueve generales que
he mencionado, (…) y vamos a enviar esta información a la Fiscalía de la Corte
Penal Internacional (CPI) y también haremos una solicitud de auditoría a la
Contraloría General, sobre los bienes y patrimonio de estos generales", manifestó”[8].
El problema, no obstante, es estructural. Y no se supera con medidas parciales. En tanto los responsables de estos y otros delitos, y todos los que ordenan espiar sigan gozando de impunidad y puedan utilizar las instituciones para imponer su discurso y validarlo en la práctica del poder (al que suelen acceder de manera espuria), será muy difícil empezar a configurar una democracia cierta en Colombia.
Esta práctica sistemática se perpetúa y seguirá haciéndolo porque no hay razón para que sea de otro modo, porque el hombre de atrás, el que ordena e instrumentaliza a terceros, sigue actuando desde las sombras y gozando de poder político, financiero y, quizás, militar, pero sobre todo de impunidad.
Continuara...
El problema, no obstante, es estructural. Y no se supera con medidas parciales. En tanto los responsables de estos y otros delitos, y todos los que ordenan espiar sigan gozando de impunidad y puedan utilizar las instituciones para imponer su discurso y validarlo en la práctica del poder (al que suelen acceder de manera espuria), será muy difícil empezar a configurar una democracia cierta en Colombia.
Esta práctica sistemática se perpetúa y seguirá haciéndolo porque no hay razón para que sea de otro modo, porque el hombre de atrás, el que ordena e instrumentaliza a terceros, sigue actuando desde las sombras y gozando de poder político, financiero y, quizás, militar, pero sobre todo de impunidad.
Continuara...
Nota 1 // Para martes, 19 de mayo de 2020, la
organización Wola realizara un Seminario sobre Espionaje militar en Colombia.
Para inscribirse ir al siguiente link: https://www.wola.org/es/events/seminario-virtual-espionaje-militar-colombiano/
[1] Revista Semana; “Las
carpetas secretas”. Judicial. Bogotá, 1 de mayo de 2020. Consultado en:
https://www.semana.com/nacion/articulo/espionaje-del-ejercito-nacional-las-carpetas-secretas-investigacion-semana/667616
[2] Wola; “El espionaje ilegal
por parte del ejército colombiano es inaceptable”. Pronunciamiento. Mayo 5 de
2020. Consultado en:
https://www.wola.org/es/2020/05/espionaje-ilegal-ejercito-colombiano-inaceptable/
[3] El Espectador;
“Perfilada”. Bogotá, 7 de mayo de 2020. Consultado en:
https://www.elespectador.com/opinion/perfilada-columna-918231
[4] Wola; “Seminario
virtual–Espionaje militar colombiano: Un ataque contra los reformistas del
posconflicto y la prensa libre”. Mayo 13 de 2020. Consultado en:
https://www.wola.org/es/events/seminario-virtual-espionaje-militar-colombiano/
[5] The New York Times; “Lo
que hizo Colombia con las herramientas de espionaje estadounidenses”. USA, 8 de
mayo de 2020. Consultado en: https://www.nytimes.com/2020/05/08/opinion/colombia-spying-corruption.html
[6] Movice; “Comunicado
Público sobre el nombramiento del mayor general Eduardo Enrique Zapateiro
Altamiranda”. Bogotá, 31 de diciembre de
2019. Consultado en: https://movimientodevictimas.org/comunicado-publico-sobre-el-nombramiento-del-mayor-general-eduardo-enrique-zapateiro-altamiranda/
[7] WSJ; “La Unidad de
Inteligencia de Colombia usó equipo estadounidense para espiar a políticos y
periodistas”. Bogotá, 4 de mayo de 2020. Consultado en:
https://www.wsj.com/articles/colombian-intelligence-unit-used-u-s-equipment-to-spy-on-politicians-journalists-11588635893
[8] RCN Radio; “Piden
depuración y que rueden cabezas en FF.MM. por 'perfilamientos ilegales'”.
Bogotá, 13 de mayo de 2020. Consultado en:
https://www.rcnradio.com/politica/piden-depuracion-y-que-rueden-cabezas-en-ffmm-por-perfilamientos-ilegales?fbclid=IwAR30tr9z1YDmiC8kBLijznVACOmORhMXIqUiVnV4YmDh5nQjMXpooaz9KcA
[9] Soraya Gutiérrez; “La
inteligencia ilegal: ¿una política de Estado?, ¿quién dio la orden?”. Gutiérrez
es abogada penalista y presidenta del Colectivo de Abogados José Alvear
Restrepo.
Consultado en:
https://www.pulzo.com/opinion/interceptaciones-ilegales-periodistas-hechas-ejercito-nacional-PP893863?fbclid=IwAR0nAYhHuZfrNSSYCm4MpjpCz-iFWXcW_UrkpSP4y5w2QG_X-HADOEabtEk
[10] Wola; “El espionaje ilegal
por parte del ejército colombiano es inaceptable”. Pronunciamiento. Mayo 5 de
2020. Consultado en:
https://www.wola.org/es/2020/05/espionaje-ilegal-ejercito-colombiano-inaceptable/
[11] Reed, Michael; “Elementos
de peritaje. Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso 12.531. San José de
Costa Rica, 26 de enero de 2010
[12] Omar Huertas Díaz;
Carolina Amaya Sandoval; Germán Darío Malte Ruano; “Autoría mediata a través de
aparatos organizados de poder. Tras la sombra del mando fugitivo: del dominio y
la instrumentalización del delito”. Opinión jurídica. Universidad de Medellín,
17 de febrero de 2013.
[13] Office of the United
Nations High Commissioner for Human Rights, Rule-of-Law Tools for Post-Conflict
States, Prosecution Initiatives, HR/PUB/06/4, 2006. Tomado de Reed, Michael;
Elementos de peritaje. Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso 12.531.
[14] Noticias Uno; “Álvaro
Uribe sería el destinatario de chuzadas en el Ejército, según correo”. Bogotá, enero
de 2020. Ver en: https://www.youtube.com/watch?v=iyVM8sPjqgg
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