Déjà vu, engaño y manipulación (Legalizar o legalizar)
Octubre 2020
El reciente debate que suscitó el fallo de la Corte Constitucional en relación con el consumo de drogas y alcohol en espacios públicos no tiene mayores opciones de prosperar ni de construir un consenso saludable en términos políticos, sociales ni democráticos; al menos no como inicialmente fue planteado porque no es serio, profundo ni siquiera real y a la larga tampoco puede considerarse un debate por tres razones: 1. No va al fondo del problema ni lo plantea desde una perspectiva lógica; 2. Se presenta como excusa para generar animadversión hacía las altas cortes; y 3. No confronta argumentos sólidos que permitan entablar una mínima discusión.
La sensación que queda luego de
observar las reacciones que el fallo generó en las filas del uribismo y
sectores afines, es que se han quedado sin agenda política y norte
programático; por eso cualquier tema les funciona para arremeter sin reflexión en
aras de impulsar sus campañas electorales a través de la indignación del electorado.
El Centro Democrático está limitado por su propio dogmatismo, todos lo sabemos,
y sus ideas se han convertido en una camisa de fuerza que lo aísla de la
realidad y lo lleva a marginarse del debate, serio y real, que hoy ocupa a las
fuerzas democráticas del país. Está tan desesperado en su incapacidad de
proponer agenda y asumir las riendas del país, aunque controle lo grueso de los
poderes públicos, que se ha dedicado a explotar su fuerte arraigo en sectores retardatarios,
fanáticos y ultra conservadores para tratar de validar viejos y empolvados
discursos que solo encuentran asidero en el miedo y la ignorancia. ¿Qué le está
proponiendo el uribismo al país? Destruir la JEP, destruir las altas Cortes,
destruir el proceso de paz, acabar con las libertades ciudadanas. No hay un
solo tema novedoso ni propositivo en su proyecto político.
Por eso ataca lo que ya fue
debatido, lo que nos ha permitido avanzar como sociedad hacia la construcción
de un país dónde prevalezca el valor de la palabra sobre la violencia, los
argumentos sobre los dogmas; la autodeterminación y los derechos ciudadanos sobre
la represión y el miedo. Uribe ataca y cuestiona para disfrazar su reiterada
intención de burlar la justicia, desprestigiar las cortes que lo investigan y
evadir su deber con la verdad histórica.
El principal problema de su
partido, el Centro Democrático, es que busca con angustia mantenerse vigente y
ocupar los titulares de prensa, así sea vía escándalo o mediante propuestas
totalmente inviables, fraudulentas o populistas, como aquellas que lanzó el año
pasado de aumentar el salario mínimo o las primas de fin de año. Pero la
realidad es que carece de originalidad, y su accionar se limita a torpedear
avances democráticos, a rencauchar enemigos imaginarios, a celebrar montajes
judiciales -si acaso no a crearlos- a regresarnos al pasado mediante argucias y
falsos dilemas para distraer la atención nacional.
Luego de atacar el proceso de paz
y de asegurar que lograría el desmonte de la JEP, de convertir el caso Santrich
en un delicado asunto de Estado y de tener que improvisar numeritos en el
extranjero -a través de un presidente totalmente desdibujado y caricaturizado-,
el uribismo se ha reducido a tratar de demostrar que lo que afirma en el país ha
sido malinterpretado y que su compromiso con la paz es real aunque se esfuerce
en bombardearla. Ahora se ha propuesto coartar derechos, libertades y avances sociales
que son fundamentales para el convivencia ciudadana. Su propuesta, poco creativa,
consiste en sentar las bases de un Estado totalitario y antidemocrático.
En campaña electoral, el
candidato Duque propuso mantener el statu quo, reformar la justicia para
eliminar las altas cortes (Corte Constitucional, el Consejo de Estado, el
Consejo Superior de la Judicatura, la Jurisdicción Especial para la Paz y la
Corte Suprema de Justicia, que investiga a su mentor), reformar la constitución
del 91, permitir que el fiscal sea elegido por el presidente y no por la Corte
Suprema de Justicia -como sucede en la actualidad, a partir de una terna
presentada por el jefe de Estado; ampliar la edad de pensión y modificar el
Acuerdo de Paz suscrito y aceptado por las partes, y reconocido por la
comunidad internacional, como un pacto de obligatorio cumplimiento. También
cuestionó algunos fallos de la Corte Constitucional en relación con la igualdad
de derechos para la comunidad LGTBI y las familias integradas por parejas del
mismo sexo, en relación con su derecho al vínculo matrimonial y la adopción de
hijos; y se manifestó a favor de la penalización a la dosis personal, la cual
fue abolida en 1994 por la Corte Constitucional, mediante la Sentencia C-221 con
ponencia del magistrado Carlos Gaviria Díaz, al considerar que “una persona no
puede ser castigarla por lo que posiblemente hará, sino por lo que
efectivamente hace”; […]la drogadicción no es punible y la libre determinación
y la dignidad de la persona (autónoma para elegir su propio destino) son los
pilares básicos de toda la superestructura
jurídica”.
Hace tres semanas la Corte
Constitucional invalidó el numeral 3 del artículo 33 y el numeral 7 del
artículo 140 del Código Nacional de Policía y Convivencia, sobre el consumo de la
dosis mínima de sustancias psicoactivas y bebidas alcohólicas en espacios
públicos, como estadios, coliseos y parques, entre otros. Para la Corte estas
disposiciones violan el derecho al libre desarrollo de la personalidad. Para el
gobierno es una amenaza a la vida e integridad ciudadana.
El senador Álvaro Uribe aseguró
que este fallo estimula el consumo de licor y drogas en lugares públicos y representa
un peligro para la comunidad. “Esta decisión ayuda a la esclavitud de la
persona que termina enajenada, sin voluntad, con peligrosidad para la
comunidad, por efecto de estos consumos”, reiteró a la prensa.
Que nuestros hijos se volverán
drogadictos y criminales, alegaron algunos, que ya no podrán disfrutar de los
espacios recreativos de las ciudades porque los consumidores, enajenados y
fuera de control, amenazaran sus vidas y sus derechos a la salud pública, la
integridad personal, la libre locomoción y la recreación, gritaron desde el
congreso y desde su ridículo e infundado temor; se rasgaron las vestiduras y
blasfemaron contra la Corte y sus peligrosas nociones de libertad y
autodeterminación. Cero debate. Cero seriedad discursiva; solo fanatismo y
ausencia de argumentos razonados.
El debate no va por esa
dirección, el menos no el que debería dar el país, que es sobre consumo,
adicción, legalización y narcotráfico, y el cual pasa por reconocer el fracaso
de los métodos empleados. Que Colombia produzca hoy el 70% de la coca a nivel
mundial, según informó la ONU, y que el gobierno insista en envenenar nuestro
suelo con pesticidas ya prohibidos en varios países, indica que algo está
fallando, tanto en los programas de erradicación de cultivos de uso ilícito,
como en el diseño de políticas públicas para el desarrollo agrario, la vida en los
territorios, las Zonas de Reserva Campesina vs las Zidres[1],
la adecuada implementación del Acuerdo de Paz a nivel territorial y, por
supuesto, la lucha contra el narcotráfico. No estamos viendo la globalidad del
desafío ni lo que implica en términos de humanidad.
Hace pocas semanas el mundo
celebró el vigésimo aniversario del Plan Nacional sobre Drogas de Portugal,
el cual marcó un hito a nivel global. Dos décadas después de haber
despenalizado la posesión de todas los estupefacientes, desde la marihuana hasta
la heroína, los resultados son asombrosamente positivos: reducción en el consumo
de drogas, en muertes por sobredosis, en enfermedades infecciosas, incluido el VIH,
en la violencia ligada a su distribución y en la congestión carcelaria. ¿Cómo
lo logró? Aplicando una visión humanista que integró medidas sociales con
fondos destinados a mitigar los efectos negativos, pasando de una política de
persecución a una de atención e información, de un tema policial a uno de salud
pública a través de un modelo de atención integrada (prevención, tratamiento y
reinserción social). Desaparecieron los carteles, dealers y
consumidores en riesgo.
En Colombia pese a los avances
logrados, hace falta todavía un cambio radical en la concepción misma del
problema para poderlo abordar desde otra perspectiva. Cuando la Corte cuestiona
en su fallo, cuyo texto definitivo se conocerá en unos 30 días, que en el Código
de Policía “el legislador dejó como objeto de medidas policivas cualquier
consumo en parques, vía pública o escenario abierto, sin importar la cantidad o
el tipo de sustancia”, está resguardando las libertades ciudadanas. De hecho,
advierte en su argumentación, que las falencias comienzan con la intromisión en
el desarrollo individual de los ciudadanos y continúa con la falta de claridad
sobre qué se califica como sustancia prohibida.
“El Estado no diseña el plan de
vida. Esto es una protección del libre desarrollo de la personalidad frente a
una política prohibicionista y a una opción que consideramos no tiene una
relación directa, en términos de idoneidad y necesidad, con la protección del
espacio público, las relaciones entre personas y la convivencia”, explicó al
diario El Tiempo la presidenta de la Corte Constitucional, Gloria Stella Ortiz.
Además, la propia magistrada
aclaró que no se restringió la acción policial cuando se presentan alteraciones
derivadas de cualquier tipo de consumo, porque solo se analizó la
constitucionalidad de dos incisos específicos del Código de Policía”[2].
Los argumentos expuestos por la
Corte fueron insuficientes para la bancada de gobierno, porque más allá de buscar
una alternativa eficaz capaz de disminuir el consumo y acabar con el
sanguinario negocio del narcotráfico, son otros los intereses que se agitan
bajo una impostada y superficial discusión. La estrategia del Centro
Democrático parte de crear una aparente crisis en la justicia, presentar una
falsa amenaza a la seguridad e integridad de las familias y de los niños, y
desprestigiar a las altas Cortes para minar su credibilidad. Su objetivo es
desvertebrar el Estado de Derecho, consolidar un régimen autoritario y, por
supuesto, evadir la acción de la justicia, empezando por burlar el dilatado proceso
penal que le sigue la Corte Suprema de Justicia al senador Álvaro Uribe Vélez por
su presunta responsabilidad en la comisión de los delitos de soborno en
actuación penal y fraude procesal, como recordó hace algunos días el columnista
Daniel Coronell. “La Corte Suprema tiene la obligación legal de establecer
fecha y hora para efectuar la indagatoria y también para determinar, después de
esa diligencia, si ordena la captura del señor expresidente Álvaro Uribe”
escribió en revista Semana.
Bajo el falaz argumento de querer
dar una frontal lucha contra las drogas, para lo cual el gobierno promueve con
insistencia el regreso del glifosato poniendo en riesgo la salud ambiental y
humana en buena parte del territorio nacional, el uribismo insiste en retomar
un debate que se surtió 25 años atrás, y en el que terminó derrotada la base
más retardataria de la sociedad colombiana.
Tras conocerse el reciente fallo
de la Corte, Uribe llamó a los ciudadanos a “salir a las calles, que es nuestro
campo de batalla”, dijo, para rechazar su decisión y los riesgos que representa
para la ciudadanía. El llamado a marchar contra las cortes corruptas,
alcahuetas y permisivas del narcotráfico e impedir que la inmoralidad se
instaure como norma en el país, como escribió el médico psiquiatra Alejandro
Mojocó Ramírez en el portal de las 2orillas, fue en realidad una invitación a
marchar contra la Constitución, la justicia y la independencia de poderes, o lo
que es lo mismo, contra el Estado de derecho[3].
Sin embargo, la convocatoria tuvo poco respaldo ciudadano.
Pocos días después de este
fracaso anunciado, apareció el periodista Herbin Hoyos, con el apoyo de Uribe, convocando
a un referendo para acabar con la JEP, revocar a las Cortes y reducir el
Congreso. La propuesta, tan absurda como inviable, fue de inmediato
descalificada, y su intención real quedó al descubierto: generar un clima
adverso a la JEP y las altas Cortes.
Los partidos de gobierno siguieron
adelante con su estrategia e informaron al país sobre su intención de recurrir
a otro mecanismo: incluir una papeleta en las elecciones del 27 de octubre para
que los colombianos puedan rechazar (solo rechazar) el fallo de la Corte Constitucional
sobre el consumo de drogas en lugares públicos. El Centro Democrático se puso
en la tarea de buscar el respaldo del Consejo Nacional Electoral y la
Registraduría, en medio de una creciente avalancha de críticas entre quienes calificaron
su iniciativa de populista, hipócrita y temeraria.
“El senador Roy Barreras dijo que
se trata de una propuesta populista, ad portas de que se lleve a cabo un nuevo
proceso electoral. “No sé contra qué serán estas papeletas, pero sí son con el
ánimo de llevar gente a las urnas, porque como se vio en el plantón, donde los
dejaron plantados, la gente no está saliendo a las calles y por eso necesitan
estimularlos con alguna cosa. Por ejemplo, una plataforma en contra de la
muerte, o del diablo, o del pecado”, señaló[4].
Mientras la extrema derecha busca
la prohibición, la penalización y el castigo, sectores demócratas y
progresistas del país proponen proyectos legislativos en la dirección
contraria, como el senador Gustavo Bolívar, quien trabaja en una ley que
autorice el consumo recreativo de la marihuana. Por su parte el expresidente Juan Manuel
Santos declaró desde Portugal, donde se reúne la Comisión Global sobre
Políticas de Drogas, que “hay que reinventar esta guerra contra el narcotráfico
y las drogas y una de las formas más efectivas es quitarle la prohibición a
todo lo que tiene que ver hoy con el tráfico de drogas y racionalizarlo para
poderla controlar mejor”.
Estas voces sensatas son la que
deben conducir el debate nacional y sobreponerse al pobre nivel de discusión al
que intenta arrojarnos el Centro Democrático y el mismo Gobierno Nacional,
generando en el país la sensación de encontramos ante una especie de aburrido y
desgastado Déjà vu.
En 1994, a raíz de la reacción
que generó el fallo que autorizaba el consumo mínimo de sustancias
psicoactivas, el médico psiquiatra Luis Carlos Restrepo (quien años después se convertiría
en el Alto Comisionado para la Paz del gobierno Uribe, y en el prófugo menos
buscado por la justicia), afirmó que la población se levantó contra el fallo
porque había sido manipulada y desinformada. “Ha habido un manejo demagógico,
entendida la demagogia como la manipulación de las emociones de las masas. No
sólo no se ha dicho la verdad, sino que se ha mentido”. En una entrevista
titulada “Despenalizar no es legalizar” afirmó: “El Presidente, políticos y
algunos medios le están haciendo un daño al país. El peligro no está en la
decisión tomada por la Corte Constitucional, sino en la explicación que dan sus
detractores. Le están diciendo al país y al mundo entero que la Corte ha
legalizado y legitimado el consumo de drogas; han transmitido la visión de una
Corte que toma medidas apresuradas y equívocas. ¿Cómo le explicamos ahora al
mundo que tenemos unos magistrados probos e íntegros, quienes por responder a
lo que la sociedad les exige que es mantener el espíritu constitucional han
tomado esta medida, si el mismo presidente y los políticos y algunos medios han
enlodado su imagen? Entonces, ¿qué hacer? El Gobierno debe asignar recursos
para la prevención, porque hasta ahora ésta la hemos hecho con limosnas y
ayudas internacionales. En lugar de invertir miles de millones de pesos en
represión debería apoyar medidas preventivas que ya existen con recursos. El
fallo de la Corte abre un reto que puede ser muy positivo, porque nace del
mismo espíritu de la democracia. Educar para prevenir la drogadicción es educar
para prevenir el consumo. Las campañas de prevención basadas en el terror no
funcionan”[5].
Hoy tenemos que aprender del
pasado y de otras experiencias; aprovechar los alegatos dogmáticos y sin
sustento que ocupan la escena pública para escuchar con atención las voces
autorizadas que emergen desde distintas orillas y nos invitan a replantear viejas
y fracasadas estrategias pensando que, si nunca han funcionado, ¿por qué iría
de funcionar ahora? El prohibicionismo solo ha servido para fortalecer las
mafias, profundizar la corrupción política y administrativa, y recortar
libertades ciudadanas. No nos ha liberado del flagelo de la droga ni de la
violencia que le acompaña. En 1920 la imposición de la ley Volsted o ‘ley
seca’, que prohibía la venta y consumo de bebidas alcohólicas en Estados
Unidos, disparó la violencia, empoderó las mafias, fortaleció el comercio
ilegal y el consumo prosperó. Pero fue el riesgo para la salud a causa de la
circulación de licor clandestino, el incremento de la población carcelaria y el
aumento en los crímenes, lo que llevó a que en 1933 el senado derogara la
medida. El presidente Roosevelt tuvo que admitir que trece años de
“prohibición”, fueron un verdadero acto de hipocresía que solo sirvió para
profundizar la corrupción, crear nuevos delincuentes y forjar el crimen
organizado.
En Colombia el concepto de orden
público no se encuentra amenazado por cuenta de las libertades ciudadanas que
protege la Corte Constitucional; ni las condiciones mínimas de seguridad,
tranquilidad, salubridad y moralidad que permiten el normal desarrollo de la
vida en sociedad se han visto ni se verán quebrantadas por los fallos que en
derecho realiza la Corte Constitucional. Por el contrario. La Corte propone el
goce pleno de la autonomía humana, regida siempre por valores democráticos y
preceptos éticos que nos permitan avanzar como individuos y como sociedad hacia
el pleno uso de nuestra conciencia, derechos y libertad.
El fallo de la Corte no ha
generado ningún cambio sustancial en el país, pero podría servir para impulsar
nuevas y urgentes reflexiones. Las autoridades administrativas seguirán
garantizando el orden público como ordena la Constitución, la policía seguirá aplicando
la prohibición como lo viene haciendo (en lo que va corrido del año se han
impuesto casi 136 mil comparendos por consumo de alcohol y drogas en lugares
públicos), el ministerio de Defensa y el Gobierno Nacional seguirán atentos al
fallo final de la Corte para poder realizar, según afirmaron, una ponderada valoración
jurídica.
Sin embargo, la sensación que
queda en el país es que no hay interés, al menos no desde el ejecutivo, el
uribismo y parte del legislativo, en garantizar que este debate se surta en el
campo correcto y se asuma como eje de discusión hacia una rotunda
transformación. Detrás de él hay un
intento por quebrar la estructura democrática del país, despertar la
indignación colectiva haciendo que la ciudadanía crea que el proceso de paz es
una farsa, que las cortes garantizan impunidad y violentan la moral nacional, que
el fantasma del ‘castro-chavismo’ y de la tan mentada y poco clara ‘ideología
de género’ siguen siendo amenazas reales para el país. En el fondo se trata solamente
de una sucia campaña electoral, que se rige por las mismas estrategias, turbias
y nocivas, que enseñó JJ Rendón. Se trata de distorsionar la realidad nacional
en un año electoral. Y es ahí justamente donde la ciudadanía organizada puede
empezar a actuar y a incidir para lograr una verdadera y significativa revolución
política y cultural, como podría ser desde el colectivo ‘Defendamos la Paz’,
una plataforma diversa, amplia y propositiva que desde su nacimiento pocos
meses atrás, viene demostrado una profunda sintonía con la realidad del país,
la visible y la ignorada por las mayorías y la gran prensa nacional.
La discusión está planteada pero
debe trascender sus esferas programadas. Debe llevarnos a repensarnos como
sociedad, a reflexionar acerca de la que somos y permitimos como nación, a pensar
porque hoy genera más indignación la idea de un chico fumando un bareto
en un parque que nuestra incapacidad para abrazar a un niño al que le acaban de
asesinar a su mamá a tiros frente a sus ojos; como puede ser más preocupante el
consumo de la dosis mínima en un estadio de futbol que el sistemático asesinato
de líderes sociales y defensores de derechos humanos en todo el país.
El debate no puede ser si se
garantizan o restringen libertades ciudadanas, esto ya debería estar superado y
resuelto por la misma naturaleza del Estado social de derecho que nos rige. El
objetivo debe ser la legalización total de todas las sustancias psicoactivas,
como una forma orientada a vencer el narcotráfico y a superar la principal fuente
de violencia y corrupción en el país.
Es urgente reinventar la lucha
contra el narcotráfico, como aconseja el expresidente Santos, reconocer los
elevados costos que el país ha pagado en perdida de recursos y de valiosas
vidas humanas en demenciales actos de terrorismo, violencia y destrucción;
actos de enorme barbarie y miopía
política que sólo nos han dejado muerte, dolor, degradación social, la certeza
del fracaso y la sensación de estar inmersos en una batalla destinada siempre a
fracasar. Podemos invertir otros cuarenta años repitiendo el modelo fallido o
atrevernos de una vez por todas a implementar una formula diferente, novedosa y
que en otros países ha dado buenos resultados. Es tiempo de cambiar y de
avanzar sin temor hacia la construcción de un paradigma mejor. La prohibición
nunca ha sido la solución.
Nota// Hoy debería causarnos una profunda y furiosa indignación colectiva, que bajo el ridículo nombre de “Operación Renacer 4”, agentes de la Policía y del Ejército entren a una casa en Tumaco para asesinar, en completa oscuridad y sin mediar palabra, a dos hombres desarmados que dormían con dos niños en las mismas camas, como denunció revista Semana. Más horror debería provocar la perversa teatralidad a la que son obligados los soldados para torturar a sus propios compañeros que prestan servicio militar, que el hecho de que la Corte se pronuncie en defensa de un país más liberal, progresista y consciente de su deber de superar sus propias limitaciones.
[1] Las Zonas de Interés de
Desarrollo Rural, Económico y Social (ZIDRES). Se trata de un instrumento que
legalizaría la acumulación irregular de predios —con antecedentes de baldíos—
por parte de empresas nacionales y extranjeras, causando efectos negativos en
términos de concentración y expropiación de tierra. Ver: “Colombia: las
falacias detrás de ZIDRES, una ley de “subdesarrollo rural”. Oxfam
International. Junio de 2015.
[2] El Tiempo; “La tormenta
que desató fallo sobre consumo de alcohol y drogas”. Bogotá, 8 de junio de
2019. Consultado en:
https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/la-tormenta-que-desato-fallo-sobre-consumo-de-alcohol-y-drogas-en-espacios-publicos-373022
[3] Las2orillas; “Uribe y su
inaceptable marcha contra la Corte Constitucional”. Por: Alejandro Mojocó
Ramírez. Bogotá, Junio 10, 2019.
Consultado en: https://www.las2orillas.co/uribe-y-su-inaceptable-marcha-contra-la-corte-constitucional/
[4] RCN Radio; “Papeleta para
prohibir consumo de droga en parques desata polémica”. Sección política. Por
Daniel Jerez. Bogotá, 19 de junio de 2019. Consultado en:
https://www.rcnradio.com/politica/papeleta-para-prohibir-consumo-de-droga-en-parques-desata-polemica
[5] El Tiempo; “Despenalizar no es legalizar”. Bogotá, 22 de mayo de 1994. Consultado en: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-133646
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